Milenio

Revólver de cámara perfecta. De los canes que amé, no queda uno solo, murieron de viejos, de tristeza y decepción como nosotros, una palabra ficticia, por eso acaricio tu rostro porque ahí puedo ver la sangre escurriend­o

Mi corazón es un

- * Escritora. Autora de la novela (Tusquets)

No es divertido. Es como cuando sacas del clóset un saco de lana en el que las polillas anidaron. Encerradas en su estuche, silenciosa­s, devoran todo lo que guardaste en un sitio inaccesibl­e. Después salen del capullo, ahora tienen alas. No puedes verlas volar, prefieren la oscuridad. No es divertido cuando siempre estás huyendo. No es divertido cuando todos los recuerdos escapan, es divertido cuando los encuentras apostados en una esquina bajo la polución de la lluvia metálica; al mirarte corren, no pueden ir lejos, sus piernas tienen polio. Es divertido cuando los amigos aborrecen la persona en la que te has convertido. Largarse, nunca más volver. Encontré el pasado, iba vestido con un suéter azul, una persona tan lejana, dice que no llegaré a los 60, él sabe y yo sé que voy a morir pronto, por más que me aferre a la vida con todos los seguros de mi chamarra, el que llevo en la nariz, los labios, en la garganta, cerca de la ceja. Es divertido cuando metes a fondo el acelerador de una máquina de los 50, una real máquina dark blue que estalla, que grita: La gente no es buena, people ain´t good. No es divertido tomar fotos, quedar en ellas, esa persona que está en la foto no es la persona que serás para siempre. No fue divertido comprar la pistola. Fue divertido cuando me cortaba el cabello con rastrillo en 1995 usando el agua de las congeladas que vendía el paralítico cerca de la calle Luna, en la colonia Guerrero, para separar bien los mechones, era divertido porque reías, porque tú también hacías lo mismo y todos nos preguntaba­n: ¿en dónde se cortan el cabello?, los engañábamo­s diciendo que lo cortábamos en la estética Burdeos de la colonia Nápoles. Fue divertido cuando esa noche nuestra enorme pandilla: tipo y tipa, decidimos tras una larga asamblea, conseguir la pistola que D nos ofrecía, la usaríamos para matar a los pendejos que peleaban perros cerca de mi casa. No fue divertido escupirte y que dijeras: escúpeme otra vez, hazlo de nuevo, lo haces por un solo motivo: sientes pena por ti. No pude llorar, deseaba escurrirme como las personas a las que les duele algo, mostrar dolor, entonces sonreí atravesand­o mi puño en la ventana de ese bar. El vidrio se fue a la mierda, voló en pedazos, el vidrio se quebró como lo que en aquel tiempo supuse que era el alma, supe ese día que nunca más dejaría que nadie intentara romperme. Muchas personas pasaron sin hacerme una sola herida. Y tú lo sentiste, porque me miraste desesperad­o, a punto de llorar, lo sentiste. Pasó tan rápido mi mano a través del vidrio, entendiste lo rápido que era herirme. Te dejé ahí parado. Salí, no me seguiste, me dejaste sola, todo lo que durará mi vida es: tu ausencia. Eso fue divertido, entender que somos nuestras ausencias. Alcancé a escucharte, ¿qué es lo justo?, te dejé desamparad­o, para siempre, como tú lo hiciste conmigo. Esa noche abandonamo­s todo lo que alguna noche empezó, porque te conocí de noche, de día solo se conocen personas aburridas. Tal vez no fue abandonar lo que empezamos, cuando caminé sola por Puente de Alvarado, comprendí que moriría pronto. La botella es una hora del día. Temblamos, es tiempo de morir, sirvo otro vaso. Bebo. Es tiempo de morir, la gota que queda en el fondo es una sonata desecha. Temo a la otra que soy, por eso le tapo la boca cuando grita en la madrugada buscando más alcohol en la alacena. Es tiempo de morir, ayer lo dijo alguien que durante algún tiempo fue mi amigo. No lo odio. El odio es un sentimient­o auténtico. No puedo perdonarlo, ¿cómo perdonar a alguien que se reconcilió con la vida? No somos amigos, no más, llevaba un horrible suéter azul, una mujer a su lado, miraba insistente­mente la acera de enfrente, siempre saldrá al paso una persona mejor, hombres y mujeres somos como mierda, expuestos a la descomposi­ción, a que alguien nos recoja, nos meta en una bolsa, nos lleven al tiradero, su rostro era el mismo, se veía más falso, más él. Ya no importa lo que recordamos, no somos las personas que sonrieron cuando la lluvia era un estado alegre. La alegría tiene una belleza funesta que solo entienden los hombres y mujeres desgraciad­os. Nos enseñaron que la lluvia era un estado melancólic­o, nada más equivocado. La lluvia deshace los abismos.

No te amo, no sé qué es el amor, jamás lo sabré. Después de ocho tragos soy insoportab­le, no puedo convivir con nadie, me emborracho sola, me gusta vivir sola, detesto a la mayoría de las personas. No me gusta hablar. Los bebedores sociales me aburren, excepto Eucario, me aconsejó dejarte porque eres una persona incapaz de conmoverse con la sonata número 3 de Brahms para piano, tenía 20 años cuando la compuso, estaba rendido de amor por Beethoven, así que puedes ver el espíritu de la quinta sinfonía ahí, olvídalo, ¡qué puedes intuir, ni siquiera sabes lo que significa la palabra scherzo! No somos los tontos de la colina, solías decir que desde ahí arrojábamo­s piedras a los que intentaban jodernos. No somos, nunca fuimos nada. Escúchame bien: nadie puede destruir algo que está deshecho, nací muerta, así que ten cuidado, nadie ha podido derrotarme. Cuida las palabras, cuando me mires no cierres los ojos, no huyas cuando te atrevas a reflejarte en mi. Aquella noche que subí a tu auto, no quise pensar en la muerte, llegaste tarde, sonriendo, por eso te perdoné. No importa lo que recuerdas, eso no importará cuando estés muerta. Tengo las armas propias de mi destrucció­n. Las personas hermosas llevan heridas de muerte que son invisibles. Sirvo otro vaso, cada vez más cerca. Ten cuidado con las palabras porque son veneno. Mi corazón es un revólver de cámara perfecta. De los perros que amé, no queda uno solo, murieron de viejos, murieron de tristeza y decepción como nosotros, una palabra ficticia, por eso acaricio tu rostro, porque ahí puedo ver la muerte escurriend­o como si fuera la sangre de un atormentad­o perro de pelea. M

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