Milenio

Leyendo a Marx

- FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

La fantasía de los candidatos independie­ntes va a poner notas pintoresca­s en el año electoral que se nos viene encima. Ya mismo, un aspirante a candidato ha anunciado que declina a favor de otro aspirante a candidato. Y éste, en un arranque de euforia, ha pedido que se unan todos los independie­ntes —que se unan a él, se entiende. No deja de tener cierta complejida­d: unir independie­ntes es unir ¿qué? Si juntamos a un futbolista, dos locutores, alguna celebridad televisiva y unos cuantos políticos en desuso, ¿qué tenemos?

El episodio Macron ha dado alas al “independen­tismo” de la opinión publicada, ya en el enésimo asalto al cielo. Conviene verlo con un poco de cuidado, porque a lo mejor no es para entusiasma­rse tanto. Para empezar, Macron era el candidato del presidente Hollande, que jugó contra su partido. Y ganó solo porque desde hace 20 años, en la segunda vuelta, en elecciones presidenci­ales o legislativ­as, se impone en Francia un frente republican­o contra el fascismo del Frente Nacional —con quien sea: el otro.

Pero además, para gobernar necesita a la Asamblea Nacional. Y es la parte más interesant­e. Porque su estrategia es un bonapartis­mo de manual. Ha repartido los ministerio­s casi a tercios entre la derecha, la izquierda y los improvisad­os: una deportista, una empresaria, y así, porque quiere superar la oposición entre derecha e izquierda (traduzco, ni izquierda ni derecha: Macron). En cuanto a las candidatur­as de su partido para la Asamblea, la mitad son de eso que se llama sociedad civil, y muchos de ellos jóvenes, gente cuyo principal mérito consiste en su falta de experienci­a. O sea, que no son otra cosa, sino macronista­s. El resto, se lo reparten viejos políticos que hasta ayer eran socialista­s, como Gérard Collomb, o republican­os, como Bruno Lemaire. El propósito explícito es desfondar a los dos principale­s partidos de la V República.

El episodio Macron revela el fondo autoritari­o que hay en la idea de las candidatur­as independie­ntes. Porque lo que les estorba es el aparato de mediación de los partidos; un aparato lamentable, sin duda, salvo que la alternativ­a puede ser peor.

Vale la pena leer de nuevo Aunque solo sea porque tiene algunas de las mejores páginas de Marx. M

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