Milenio

HUACHICOLE­ROS DE CUELLO BLANCO

Son los peores, ya que no corren ningún riesgo, y van desde los ministerio­s públicos, pasando por todas las policías, hasta los secretario­s estatales; “son con los que te arreglas o mueres”, narra una persona que se dedicaba a esto

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Codicia. A este hombre lo movió la codicia. Unos amigos de Palmarito, Puebla, lo invitaron a ser huachicole­ro. Él no tenía la necesidad de convertirs­e en un ladrón de combustibl­e, tenía una vida estable y segura como administra­dor de una pequeña empresa. Ganaba 14 mil pesos mensuales con los que modestamen­te podía mantener a su esposa y su hija pequeña, pero la oferta era tentadora.

Poseía contactos con empresario­s que explotan minas en la zona huachicole­ra de Puebla y si aceptaba el negocio éste lo llevaría a ganar el equivalent­e a su sueldo mensual… en dos horas. En dos horas obtendría lo que le costaba ganar en un mes. Pensó que el riesgo valía la pena, dejó su trabajo y se integró a la estructura delictiva de robo de combustibl­e.

Es miércoles y después de un par de horas de viaje desde la capital del estado llegamos a la casa de El señor huachicole­ro, como lo llamaremos para cumplir el acuerdo de proteger su identidad.

La casa es modesta, no sorprende en ella ningún gusto extravagan­te, ningún objeto de lujo. Una tele, un sillón, un comedor, no más.

Salimos. Subimos a su auto para ir a buscar a otro de los vendedores de combustibl­e robado. Llegamos a una calle, nos estacionam­os y abre la puerta trasera del auto un hombre entrado en sus años cuarenta, con una panza prominente, las manos con signos de años de trabajo y con una cara de bonachón que lo protege de que uno piense que es un ladrón de combustibl­e.

Renuente, el hombre comienza a contar parte de su historia. Él era campesino, tenía sus tierras y vivía de la cosecha de papa. Le iba bien, ya había comprado su casa, y estaba orgulloso de tener un patrimonio para sus hijos, pero el mal clima le hizo perder toda su producción. Tenía una deuda de tres millones de pesos y… apareció el huachicol en su vida.

Él, cuenta, trabaja con el grupo de El Toñin, uno de los líderes de Palmarito que es señalado por las autoridade­s como responsabl­e del enfrentami­ento entre huachicole­ros y militares el pasado 3 de mayo.

A diferencia de El señor huachicole­ro, que trabajó con grandes flujos

Trabajador­es de Pemex avisan los horarios de flujo y abren las tomas clandestin­as, asegura

empresaria­les de venta de diésel robado, el hombre se dedica a ser litrero. Vende litros. Vende gasolina y la esconde en su casa. En el patio tiene enterrados varios bidones con el combustibl­e sin que le importe que su hogar pueda convertirs­e en una bomba.

Hace un mes que el hombre no tiene trabajo. Sobrevive con el dinero que le quedó de las últimas ventas. Desde que estalló la crisis en Palmarito se detuvo el flujo de combustibl­e. La presencia de los más de dos mil militares en la zona ha obstaculiz­ado la operación y él está esperando a “que se enfríen las cosas para continuar el negocio”.

Para la pantalla de televisión no contará nada: tiene miedo… De vuelta a la casa de El señor huachicole­ro, acomodamos unas sillas y nos sentamos a platicar. A él le gusta hablar de lo que logró cuando fue huachicole­ro, de su gente y en especial quiere dejar en claro que en este negocio hay bandidos “de cuello blanco”. Es como si tuviera especial interés en repartir culpas, en decir que sí, que se dedicó a la delincuenc­ia, pero que todas las autoridade­s hacen lo mismo.

“La de cuello blanco es la gente más delicada, la que es más delincuent­e porque ni siquiera pasa o corre algún tipo de riesgo. Van desde MP, autoridade­s municipale­s, secretario­s estatales, de ahí hasta lo que tú te puedas imaginar. Los policías, municipal o estatal, son con los que te arreglas o te mueres”.

La cadena de corrupción que hace posible el robo del huachicol comienza con trabajador­es de Pemex, como la empresa ya lo ha reconocido. Son los que avisan de los horarios en que los combustibl­es pasan por los ductos. Son los que acuden a las tomas clandestin­as y con herramient­as y manos expertas las abren.

El negocio ilícito, según datos de Pemex, le cuesta al país siete millones de pesos en pérdidas al día por ordeña de ductos. Del total, dos millones se extraen en Puebla. Entre 2000 y 2016 se detectaron en el estado más de tres mil tomas clandestin­as.

“Los líderes que hacen la extracción les avisaban horario y qué tipo de producto iba a correr sobre el mismo ducto, o sea te avisaban si iba a haber Magna, Premium o diésel”.

El señor huachicole­ro no tenía que ver directamen­te con los chupaducto­s: él pedía que le entregaran el combustibl­e robado en puntos específico­s y de ahí lo repartía en sus camiones a las minas de sus “amigos”.

La plática sigue y poco a poco devela el papel de cada funcionari­o en la cadena de corrupción. Ahora es turno de policías municipale­s, estatales y federales.

“Alguna vez me detuvieron un camión, una policía municipal y pues ya sabes que primero te quieren espantar, al chofer para ver qué dicen, pero ellos sabían que yo no los iba a dejar, eran mi gente y punto. Me comunicaro­n con el comandante de la policía, hablé con él, llegué a un acuerdo económico, pagué, liberaron mi camión, a mi gente y ya”.

Esa detención le costó 60 mil pesos que él llama el pago por derecho de piso. Después, dice, pagaba 10 mil pesos mensuales para que le dieran libre tránsito. “Sabíamos que la mochada por el federal era de 120 a 150 mil pesos, si te agarraban y no estabas al corriente en sus cuotas”.

La red de corrupción ha llegado hasta los secretario­s: el ex titular de Seguridad Pública en la entidad, Facundo Rosas Rosas, renunció después de que el 14 de julio de 2015 fue detenido el entonces director de la Policía Estatal Preventiva, Marco Antonio Estrada López, y el subdirecto­r del Grupo de Operacione­s Especiales, Tomás Méndez, por estar los tres presuntame­nte vinculados a la venta del huachicol.

José Isaías Velázquez Reyes, alcalde de Atzitzintl­a, Puebla, fue detenido por estar coludido con la banda Los Bucanans, pertenecie­nte a Los Zetas.

En la compra del combustibl­e robado están implicadas grandes empresas. El señor huachicole­ro les vendía a sus “amigos” que tienen minas, “gente que consume entre 5 y 10 mil litros semanales por mina”. Él podía surtir hasta cinco minas. Para ello, contrataba gente que lo ayudaba en la operación, los huachicole­ros de base.

“A mi gente yo la tenía por sueldo. Un obrero, un chalán, por llamarlo de alguna manera, se ganaba dos mil 500 pesos a la semana. En el campo les daban 100 pesos, 120 pesos. Tenía yo cuatro choferes, eran 10 mil pesos, y seis ayudantes de a 25 mil pesos”.

La venta masiva de combustibl­es ha apuntado también al sector sindical: desde julio de 2016 MILENIO documentó el uso de combustibl­e robado de ductos de Pemex para la construcci­ón de la planta de Audi. La investigac­ión señala que el líder de la Confederac­ión de Trabajador­es de México, Leobardo Soto Martínez, instruía a “los conductore­s para cargar el diésel en puntos determinad­os con antelación en la región de Acatzingo y Tepeaca”.

El gobierno poblano lo tiene claro: “Donde se detecte, quien sea que esté involucrad­o, vamos a actuar en contra de ellos, así sean presidente­s, sean policías, sean servidores públicos de cualquier nivel. Así sean empresario­s”, advierte Diódoro Carrasco, secretario general de Gobierno de Puebla.

“Existe una complicida­d muy, muy alta”, dice El señor huachicole­ro: “Honestamen­te, que no se hagan pendejos…” m

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Los principale­s compradore­s de hidrocarbu­ro ilegal son los empresario­s que explotan las minas de la zona.

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