Maithuna, de Lavista, se presenta en Nueva York
Basada en un poema homónimo de Octavio Paz, la obra Maithuna, del compositor mexicano Mario Lavista, fue presentada en Nueva York por primera vez luego de su estreno en Buenos Aires.
Presentada la víspera en la Sociedad de las Américas, Maithuna formó parte de un recital de la obra de Lavista (Ciudad de México, 1943), que incluyó una pieza de su primera etapa como compositor, fechada en la década de 1970.
Compuesta para sopranos, contraltos y percusiones, la pieza es producto de una comisión del Centro de Experimentación del Teatro Colón de Buenos Aires, donde el año pasado fue estrenada. Paz tomó el título del término sánscrito utilizado para denominar la unión sexual en un contexto ritual. “El compositor describe la pieza también como un ritual, y en ese sentido incluye instrumentos relacionados con los rituales budistas como el gong tailandés y unos bloques de madera japoneses”, explicó el director del Departamento de Música de la Sociedad de las Américas, Sebastián Zubieta. “La pieza revela un estilo muy concentrado, una destilación de imágenes sonoras muy fuertes y muy definidas. La pieza evoca un costado espiritual en la obra de Lavista, y al mismo tiempo un lado muy terrenal porque se basa en un poema erótico”, aseguró Zubieta.
La obra selecciona palabras del poema de Octavio Paz, además de que incluye el término “maithuna”, aunque nunca es mencionado en el texto. Pese al origen indio de su nombre, la obra nunca recurre a referencias musicales de ese país, de acuerdo con Lavista.
La pieza fue ejecutada por las sopranos y percusionistas Sarah Brailey y Lucy Fitz Gibbon, y las contraltos Luthien Brackett y Kirsten Sollek. “Lavista ocupa un lugar muy importante en la música contemporánea de América Latina. Es uno de los cuatro o cinco más importantes compositores de todo el hemisferio y uno de los más relevantes de su generación”, aseguró Zubieta. m Mapa,
Busca la eternidad, vive en la alta contemplación de su figura”, aconseja el poeta José Hierro; o sea, ¿serenidad de uno para con la muerte? Sí, en caso de pretender una respuesta poética. Por más que apreciemos cientos de cosas, no podemos referirnos a ellas como ajenas del mundo con el que a diario forcejeamos, porque todo se vuelve presente en esta tarea nuestra que es vivir. Quizás haya aires solemnes o de simpleza que nos aburran, pero mientras su ritmo sea acompasado, si la fuerza del espíritu y del alma están en sincronía, nada sonará como el rara réquiem que compuso en 1969 Sylvano Bussotti, donde el sentido dramático está implícito.
Alguien tiene que pensar la vida, medir lo hondo además de lo estrecho, y dar pie a la creación. En calidad de humanos conocemos el mundo de las relaciones. Sin embargo, apenas comenzamos hoy una nos enfrentamos a una resistencia desconocida, a una oposición difícil de describir, capaz de presentarse en dos formas: personal, “como la respetable de un profesor de literatura que, acostumbrado a mirar desde distancias incontrolables, se equivoca desastrosamente con respecto a la época contemporánea”; o genérica, omnipresente, “como la transformación del juicio crítico mediante el juicio comercial, desde que Dios, con su bondad difícilmente comprensible para nosotros, concedió la lengua humana incluso a los creadores de películas habladas”.
¿Cuánto hacemos por convicción o sostenemos por conveniencia? El precio a pagar por determinadas pasiones vale un suplicio indecible, de ahí devienen ideales lejanos y quiméricos. “Valor”: la importancia intrínseca que damos a un acto y a una persona, socavados por una cadena interrumpida de sus placeres derivados.
“Juzgo que todo está bien”, dice Edipo, y tal frase resulta sagrada. El personaje de Sófocles, al igual que el Kirilov de Dostoyevski, son sabios absurdos que coinciden con los héroes modernos. La galería de personajes que intervienen en la trama del siglo XXI, son sus nutrientes, acaso vasos comunicantes entre aceptar la posibilidad y aceptar los hechos tal como son.
En la epifanía de lo inmediato acaba dictaminándose lo duradero, así enseñan ciertos artistas contemporáneos que facilitan de esplendor cromático la industria: Platon Antoinou (fotógrafo), Paula Scher, Christoph Niemann, Isle Crawford (diseñadores gráficos) y Bjarke Ingels (arquitecto). Venerar y nunca despotricar contra las cosas que uno no consigue elaborar mientras otros las logran, más allá del dolor y del placer, sustrayendo el símbolo de la idea. A favor de esta inteligencia hay que actuar con el ejemplo. m