País enfermo: democracia en riesgo…
Frustración y rabia son los sentimientos dominantes en el país. La sociedad ya vomita los escándalos cotidianos de la corrupta clase política, mientras es víctima indefensa de una delincuencia fuera de control.
Hoy, a tres lustros de la primera alternancia en la Presidencia de la República, el país se encuentra ante una incierta encrucijada.
Es evidente el enorme desprestigio del PRI y de sus gobiernos. Resulta inverosímil entonces que las víctimas de la violencia, el saqueo y la complicidad con los delincuentes decidan, nuevamente, votar por sus verdugos, de tal manera que la gran mayoría de los votos en el Estado de México, Coahuila, Nayarit y Veracruz no serán para el PRI.
Sabedor del rechazo, el partido del gobierno está dedicado a dividir el voto entre falsas oposiciones, a comprar la voluntad de los ignorantes y los necesitados, y a preparar un gran fraude con la complicidad de las autoridades.
Desde ahora, muchos ciudadanos temen que su voluntad legítima de cambio por la vía pacífica no sea respetada. Sienten, ven y oyen que el grupo en el poder está decidido a no soltarlo.
Pero está claro que 2017 no es 1988, ni tampoco 2006. Ahora hay poco margen para la manipulación, el engaño y la trampa. Los disturbios y los saqueos después del gasolinazo lo prueban.
El gobierno y sus aliados en los medios y la empresa deben meditar si vale la pena agregar al avispero criminal de la delincuencia, la violencia popular que podría acarrear un fraude descarado.
La paciencia de muchos ya llegó al límite y no aceptarán nada que no sea el respeto a su voluntad política.
Está en manos del grupo en el poder acatar esa voluntad tal y como se pronuncie en las urnas y, eventualmente, dar paso a un cambio pacífico, legal y ordenado.
Confiemos en que prevalezca la prudencia y la sensatez.
Esta es la tercera llamada. M