Juguetes y electrodomésticos, las bandas de ganan el respaldo de los pobladores; también pagan asesorías legales y psicológicas, así como ayudan a madres solteras y regalan flores
Con dádivas, como cobijas, ordeñadores
El calendario marca 8 de marzo en el municipio de Palmarito, Tochoacan, en Puebla. Mujeres de la comunidad se arremolinan, se empujan, alzan las manos buscando que Alejandro Martínez les entregue una rosa que puedan sembrar en su casa.
El presidente de la fundación Fusión y Fuerza está parado en una camioneta cargada de cientos de plantas. Cuando la repartición termina las mujeres lo abrazan, lo encomiendan a Dios.
Una cámara registra todos los actos en los que Alejandro Martínez reparte cobijas, juguetes, electrodomésticos. También documentan las asesorías legales y psicológicas a los pobladores.
Tanto él como su hermano, Antonio Martínez Fuentes, El Toñín, señalado por las autoridades como uno de los líderes de las bandas de robo de combustible en la franja huachicolera de Puebla, se encargan de ayudar a la población con múltiples apoyos. Así generan su base social. Soy mamá soltera, dice una mujer entrada en sus cuarenta, mientras maneja una camioneta… que no es muy modesta: es una BMW que anda por las calles de Palmarito. La mujer ha aceptado hablar con nosotros porque “está cansada de que ensucien el nombre de El Toñín”.
“Hubo dos o tres ocasiones en que yo necesité de él (El Toñín), porque mi hijo se enfermó y él me apoyó”.
Esta mujer marchó junto a un contingente de cerca de 150 señoras y niños que se movilizaron el 12 de mayo pasado hasta la subdirección de distribución de Pemex y entregaron rosas blancas a los soldados que resguardaban las instalaciones. Iban custodiadas por hombres que se desplazaban en trocas. Gente parecida a la que en días previos había sido acusada de fungir como “escudos humanos” de los huachicoleros.
“Queremos paz”, gritaban en su marcha para exigir que los militares salieran de las calles de su pueblo después de que se desplegaran dos mil efectivos del Ejército a causa del enfrentamiento del 3 de mayo entre huachicoleros y militares. Esa noche murieron cuatro soldados y seis civiles, y presuntamente un militar ejecutó a uno de los pobladores. Las autoridades, señalan a El Toñín como uno de los responsables de ese enfrentamiento.
Hasta hace unos años Antonio Martínez Fuentes era un campesino dedicado a la siembra y comercialización de zanahoria. Varias voces de pobladores coinciden en describirlo como una persona de origen humilde. Hoy es dueño de la empresa Martínez Produce, en la que emplea a los pobladores de Palmarito, y que actualmente está siendo investigada por lavado de dinero.
“Fue él (El Toñín) quien limpió nuestro pueblo. Se alejaron los delincuentes, ya no había rateros, porque él le empezó a dar trabajo a mucha gente en su pulidor”, dice la madre soltera.
La gente le pedía que apadrinara a sus hijos y que apoyara las fiestas del pueblo. Y en efecto, el flujo del dinero del huachicol multiplicó las fiestas.
El 9 de mayo pasado se publicó en internet un video del festejo de cumpleaños de El Toñín. Pistola en mano el líder huachicolero disparaba al cielo al ritmo de la música en vivo.
—Pum, pum, pum… —caminaba entre los invitados.
—Pum, pum, pum… —y otros pistoleros se unían al ritual de su líder.
—Pum, pum, pum… —la música ya no se escucha, solo los balazos de los hombres armados. A todos les parece normal.
Las autoridades señalan a Antonio Martínez Fuentes como uno de los líderes huachicoleros en los municipios de Palmar de Bravo, Quecholac, Acajete, Huixcolotla, Tecamachalco, Tepeaca y Amozoc.
Por eso, el 14 de mayo agentes de la PGR, así como elementos del Ejército mexicano y la Policía Militar catearon el rancho Santa Cecilia y el Santa Elena. En el operativo incautaron los dos inmuebles, 16 vehículos, varios de lujo y hasta de colección, como un viejo Mustang. El Toñín no es el único líder en Palmarito. Los pobladores refieren que otro de los señores huachicoleros lleva el nombre de Gustavo Martínez Jiménez, El Vieja, quien presuntamente está al servicio de Roberto de los Santos de Jesús, El Bukanas. Existen versiones de que El Vieja fue expulsado de la comunidad por los pobladores que simpatizan con El Toñín.
Dentro de sus propiedades abandonadas, MILENIO pudo constatar la celeridad con la que tuvo que abandonar el lugar: dejó un águila (sí, un ave), dos autos con armas y algunas fotos familiares.
Todos los vidrios de una de las casas están rotos y en el patio se pueden ver los bidones en los que guardaba el combustible.
“La gente cuando se enteró de la situación vino apedrear su casa para que se fuera”, dice una de las pobladoras. Genaro, como lo llamaremos para resguardar su identidad, es uno de los pobladores de la zona huachicolera que se dedica a la renta de mobiliario para fiestas como las que patrocinan los señores huachicoleros. En su caso, la venta de combustible robado en Puebla le ha beneficiado. Como a tanta gente en estos pueblos. Él solo es un ejemplo.
“Para nosotros como prestadores de servicio (el huachicol) ha tenido un impacto, digamos, positivo económicamente. ¿Por qué? Porque hay mayor demanda de servicio. Ha sido en cierta forma un motor que ha venido a activar la economía”.
De tres alquiladoras que había en la región ahora hay más de 20. Bonanza fiestera. Pero no todo es miel sobre huachicol…
“Lo negativo es que se perdió la tranquilidad de los pueblos. Tú no puedes circular, no puedes caminar con tu familia en la noche, porque las motocicletas, las camionetas están corriendo a exceso de velocidad por todas las calles y a veces las persecuciones y balaceras te ponen en riesgo”, narra. Y sí, se observan los halcones de cuando en cuando.
También está consciente del daño ambiental.
“Hoy tenemos cielos grises, ya no tenemos azules con nubes blancas, por la gasolina que no es refinada, o sea terminada, y que todos esos contaminantes se están yendo al medio ambiente, dos, los incendios tanto de los depósitos clandestinos como de los ductos, todas esas partículas se quedan suspendidas en el aire”.
Sin embargo, en Palmarito, algunos pobladores dicen extrañar a su benefactor. El Toñín. “Ahorita él ya no está y ya no tenemos con quién contar”, dice una mujer, de esas a las que tanto ayudaban él y su hermano… m