EXPANSIONISTAS
Las fronteras entre los países son de dos tipos: aquellas que responden a accidentes geográficos que crean barreras físicas en el paisaje y otras que son líneas imaginarias y arbitrarias que han sido fijadas por razones políticas. Aunque unas sean naturales y las otras sean abstractas e imaginarias, esas demarcaciones dividen a la gente y segregan sus identidades de modo violento.
Tal es el caso de la frontera entre México y Estados Unidos, que es, en parte, una barrera física en el tramo en que el río Grande divide ambas naciones, y abstracta en el oeste, donde solo es una línea imaginaria que ha dado lugar a la colocación de vallas, rejas y, más recientemente, al proyecto de un ignominioso muro. Sin embargo, las barreras entre los países no han anulado la identidad cultural fronteriza que se vive con libertad a ambos lados de los límites que han sido fijados arbitrariamente, pero que no limitan la consciencia y el sentido de pertenencia de los habitantes del lugar.
Históricamente ha habido un afán expansionista por parte de Estados Unidos hacia México, que no existe solamente en nuestras latitudes y que responde al desequilibrio de las fuerzas económicas, políticas y militares que prevalecen en cada país.
El geógrafo alemán Friedrich Ratzel (1844-1904), fundador de la geografía humana o antropogeografía, era partidario de los “derechos del más fuerte”, categoría humana que consideraba superior e inevitable. Al anticipar algunas de la luchas armadas que le precedieron en el tiempo, escribía a finales del siglo XIX: “La lucha por la existencia significa una lucha por el espacio [...] Un pueblo superior invade el territorio de su vecino más débil y salvaje y lo despoja de sus tierras [...] La superioridad de esos expansionistas radica primordialmente en su mayor capacidad para apropiarse, utilizar y poblar un territorio”.
Un conflicto similar es el que se vive entre Israel, Egipto, Jordania, Siria y Palestina desde la Guerra de los seis días, ocurrida en 1967. Pasados ya 50 años desde el conflicto, las fronteras y la seguridad de los israelíes solo se ha podido garantizar por la extrema militarización de sus fronteras y por la construcción de muros en Gaza y Cisjordania.
Desgraciadamente, en los tiempos que corren, con las crecientes amenazas terroristas y con el narcotráfico, ya no hay muros que puedan asegurar a los ciudadanos contra los peligros que provienen del exterior. Nuestra “modernidad líquida” se sirve de la tecnología para traspasar cualquier barrera física y expandir el dominio de las redes criminales y extremistas a cualquier sitio, lo que deja fuera de nuestro alcance toda posibilidad de vivir en plena paz y tranquilidad. m