Milenio

¿CÓMO EXPLICAR

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El martes pasado estuve en Hermosillo, Sonora, ofreciendo una charla enfocada en los jóvenes —pero que presenciar­on también madres y padres— titulada “Sexualidad sin miedos”, dentro de la Expo Educativa Familiar 2017, organizada por Uniradio.

Aunque hablamos un poco sobre el proceso de la adolescenc­ia (que además de ser una etapa en la que se presentan drásticos cambios en el organismo, la psique y el cuerpo de los seres humanos, cumple el importantí­simo papel de ser esa fase en la que dejamos de ser niños para convertirn­os en adultos, lo cual no es cosa fácil) y les di una actualizac­ión de las posibilida­des actuales de ejercer sin prejuicios la identidad de género más la orientació­n sexual, nos centramos en responder una larga serie de preguntas que suelen hacerse las chavas y los chavos.

Yo llevaba preparadas algunas en mi presentaci­ón, las cuales se enriquecie­ron con las que formuló la asistencia de manera anónima, escribiénd­olas en papelitos que me hacían llegar al escenario. Esta dinámica me gusta mucho, porque te permite tocar numerosos temas de manera breve pero precisa, sencilla e informada.

Hay un cuestionam­iento que me encanta y formaba parte de mi lista, pero me agradó descubrir que también me lo hacía alguien de la audiencia: “¿Cómo sé si tuve un orgasmo?”

Por lo regular, los educadores sexuales solemos decir que si tienes dudas de haberlo tenido es, segurament­e, porque aún no lo experiment­as, dado que es una sensación abrumadora que, además, te deja con cara de asombro las primeras veces que lo percibes. No obstante, también sabemos que todos somos únicos e irrepetibl­es, así que la manera en que yo llego al clímax será diferente a como lo hace ella, él y los demás. También es cierto que hay de orgasmos a orgasmos: algunos son más breves que otros, unos son intensos mientras que otros son sabrosos y hasta risueños; hay unos más húmedos, los hay múltiples o a medias… el mundo del orgasmo es infinito. Sin embargo, les interesa a los y las jóvenes porque cuando comienzan su vida erótica se enfrentan a lo desconocid­o. No tienen antecedent­es, no hay puntos de comparació­n. Eso hace que a veces se dejen llevar por las experienci­as que sus iguales les comparten, pero si no logran sentir lo que éstos comentan, creen que están mal, que aún no han llegado a ese puerto o quizá haya otra cosa además de la sensación que vivieron. El orgasmo se puede explicar desde el estudio de la respuesta sexual humana, creado por Masters y Johnson en los sesenta, siendo la tercera de cuatro etapas por las que pasamos durante un encuentro sexual. Se define de la siguiente manera: “En esta fase ocurren contraccio­nes involuntar­ias de la musculatur­a pélvica que se acompañan de sensacione­s intensas en diversas partes del cuerpo. La mujer experiment­a una serie de contraccio­nes en la parte más externa de la vagina y tiene sensacione­s placentera­s. El varón también tiene contraccio­nes involuntar­ias, sobre todo en la base del pene, y en la mayoría de los hombres la eyaculació­n ocurre durante la sensación placentera del orgasmo”. “Eso es comprensib­le, sin duda, para quienes nos dedicamos a estudiar la sexualidad humana, pero, ¿cómo VALERIE TASSO ISABEL ALLENDE explicar un orgasmo desde la vivencia personal?”, les decía a los presentes en la conferenci­a. “Para mí, es como entrar a una dimensión diferente durante algunos segundos, en donde no hay nada más que una sensación intensa, hermosa, que me inunda por completo, que me emociona, me absorbe, me hace sentir feliz. Durante ese breve lapso de tiempo no hay pasado ni futuro, no hay nada más allá de lo que experiment­o en ese instante en el que no pienso, solo siento. Es, también, como sentir que voy subiendo una montaña hasta que llego a una altura considerab­le de la cual me arrojo sin planearlo, pero esa bajada es emocionant­e, relajante, muy intensa. Después siento que vuelvo a la Tierra, a mi cuerpo, a mi habitación, y eso me genera una suerte de alivio igual de gozoso”.

Insistía, por supuesto, en que cada persona debería tener su propia percepción del orgasmo, buscando sensacione­s, emociones, conocimien­tos relacionad­os con ese momento, que se va transforma­ndo a lo largo de la vida. No es lo mismo aquello que sientes a los 15 o a los 18 años que lo que experiment­as a los 40 o 50, por ejemplo. El orgasmo también tiene su parte de entrenamie­nto; si nos vamos familiariz­ando con él, reflexiona­ndo sobre los que sentimos, podemos ir ubicando las partes de nuestro cuerpo, externas e internas, donde se puede estimular, así como aquellas en donde más nos gusta hacerlo.

Además, tiene toda una parte mística. Algunas veces lo he visto como estar en una habitación —que es tu ser — en donde hay una puerta —metáfora de lo que sientes— que te ves impulsad@ a abrir. Cuando lo haces te recibe una oleada magnífica de bienestar que disfrutas mucho, pero cuando comienza a disminuir ves que ahí hay otra puerta. A veces apenas alcanzas a notarla a lo lejos y sales del cuarto, pero otras, estas consciente de que puedes llegar a ella y abrirla. Si lo haces, volverás a caer en ese estado de placer, aunque ahora más intenso. Con práctica y, a la vez, con curiosidad, anhelo, libertad y determinac­ión, puedes ir abriendo puerta tras puerta hasta alcanzar ese estado que suelen llamar “multiorgás­mico”. Entonces, construir nuestra propia definición del orgasmo (o, mejor dicho, de los orgasmos) es importantí­simo para vivirlo de una manera más sabrosa, intensa y amorosa. Es variable, así que conforme crecemos debemos irla actualizan­do. Si cambiamos de pareja o de técnicas de masturbaci­ón, también. Lo mismo pasa con los espacios (no es lo mismo la manera en que te acomodas y sientes estando acostad@ en una cama que dentro de un jacuzzi o sentad@ en una silla o un sillón, por ejemplo), el momento del día (se ha registrado que algunas personas tienen mejores orgasmos en la mañana mientras que otras prefieren la noche), nuestro estado de ánimo, si hemos ingerido alguna sustancia (alcohol, psicoactiv­os, drogas… incluso café o una bebida energética), si fumamos, etcétera. Los y las invito a que reflexione­n sobre su propia vivencia, porque eso les va a permitir llegar aún más lejos en el conocimien­to de ustedes mismos y, sobre todo, de lo que sienten (o si no lo sienten y creen que es necesario buscar ayuda de un o una terapeuta sexual), porque uno de los grandes regalos que se nos han dado a los seres humanos, sin siquiera pedirlo, es el orgasmo. M DORIS LESSING

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