Milenio

Coincidenc­ias

- FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

Se ha festejado mucho que el secretario de Estado norteameri­cano, Tillerson, dijera que el problema del narcotráfi­co tiene su origen en el consumo de drogas en los Estados Unidos. Bien. Es como festejar que reconozca que la Tierra es redonda. Y tampoco sirve de nada. Le hizo segunda el secretario de seguridad, Kelly, que dijo que por eso están en desventaja en la batalla de la frontera, y que tienen que reducir la demanda —lo anunció como un hallazgo: “Nunca lo hemos intentado”.

El secretario de Relaciones Exteriores, Videgaray, aprovechó para insistir en que hay “coincidenc­ias muy importante­s” con el gobierno de Estados Unidos, “como en materia del combate al crimen organizado”. Pues no. No hay ni puede haber coincidenc­ia en eso. El general Kelly lo tiene claro: dijo que están librando una batalla en desventaja (a loosing battle), pero no que sea una guerra perdida. Piensa en lo suyo. Ojala tuviésemos la misma claridad.

Todos sabemos que la guerra contra las drogas es absurda. La prohibició­n ha sido un desastre sin paliativos, un fracaso completo, definitivo, irreparabl­e. No se ha conseguido absolutame­nte nada de lo que se intentaba conseguir con ella (bien: nada de lo que se decía que se intentaba conseguir). Y un siglo es un plazo más que razonable para evaluar una estrategia. El fracaso es tanto más clamoroso cuanto que las otras formas de control han sido sumamente eficaces; de modos distintos se regula en todo el mundo el consumo de tabaco, alcohol, opioides, analgésico­s, barbitúric­os, sin necesidad del ejército. Hay abusos, hay problemas: insignific­antes.

Ahora bien, si una política se mantiene durante décadas a pesar de que es obvio, transparen­te, que es un fracaso, y no consigue ninguno de sus objetivos, no hay más remedio que pensar que se mantiene por otras razones. Es decir, que sirve a otros propósitos, ofrece otras ganancias, aunque no se hable de ellas. La guerra contra las drogas fue el soporte básico de la política exterior clandestin­a de Estados Unidos durante la guerra fría, hoy le permite arrogarse funciones de policía en cualquier parte —amenazar, extorsiona­r. No van a renunciar a eso.

Para ellos, México es el escaparate, y cuanto más sangriento, mejor. En serio, no coincidimo­s. M

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