Milenio

El un sexenio después

Piojo,

- LA

Es una práctica común en los espacios de noticias hacer una comparativ­a del aspecto físico de los Presidente­s de la República el día de su toma de protesta y el final de su mandato. La silla cansa y envejece, en la mayoría de los casos, mucho más que seis años.

Miguel Herrera no es el mismo del 2011, cuando venía de un año en Cancún con Atlante. Llegó siendo un entrenador que dirigía vestido de lino, con el mullet que lo acompañó desde sus días de jugador y esa greña alborotada que se hizo célebre en los GIF del festejo del campeonato ante Cruz Azul en 2013. El Piojo llegó al América en su primera etapa siendo una bomba a punto de explotar, su entonces presidente, Ricardo Peláez, había sido uno de los que se vieron envueltos en pleitos con él, para empezar con la lista.

El Club de Coapa venía de tiempos oscuros, se corría el riesgo con un técnico de perfil exitoso, pero propenso a ser expulsado. Sin títulos, a pesar de la gran conexión que genera con la tribuna.

Al Herrera del sexenio pasado lo trajeron con un contrato de seis meses y la continuida­d estaba sujeta a resultados. Hablar de Copas parecía muy lejano tras el desfile en el banquillo durante la gestión de Michel Bauer.

El de ahora, que ocupó las sillas más codiciadas de este país, llega con tres años firmados, de inmediato se atreve a desafiar a las Chivas y asegurar que el campeonato es el objetivo. El mullet se fue, el cabello corto y engominado ya deja ver algunas canas. Ganó también unos cuantos kilos durante el glorioso paso por América, la aventura en Nueva Zelanda, su administra­ción en la selección nacional y los torneos en los que hizo líder a los Xolos de Tijuana.

Luce maduro, sus equipos tienen un estilo más conservado­r y está en el lugar correcto. Donde más lo quieren, donde se hizo ganador.

Ahora falta demostrar en la cancha que esta reelección fue correcta.

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