Una pobre política pobre…
De un lado están 87 años de experiencia en el poder. Todos los recursos del gobierno federal, 13 gobernadores, 50 senadores y 200 diputados. Un eficiente esquirol atacando por la espalda. Prácticamente todos los medios dedicados a ocultar el desastre de miseria e inseguridad que es el Estado de México, al tiempo que magnifican las alteraciones en el estado de ánimo de su adversario. Una gigantesca estructura electoral a sueldo con vehículos, hoteles, efectivo y comida caliente.
Todos ellos, apoyando al heredero de los dueños del Estado de México.
Del otro lado, Delfina Gómez. Modesta maestra normalista, con algunos estudios superiores de su profesión. Hija de una familia humilde: padre albañil y madre mil usos.
Trabajadora y religiosa, Delfina fue catequista y activista sindical desde joven. La naciente democracia la integró al grupo político perredista de su natal Texcoco. Más tarde abandonó aquella izquierda y se unió a Morena para competir y ganar por la presidencia municipal. Ha sido atacada por aceptar y documentar ingenuamente algunas prácticas del grupo político al que pertenece: descuentos voluntarios al salario. De ninguna otra cosa. Vive modestamente y no se benefició del poder político que ejerció.
Es, en términos atlacomulcas:
La contienda final entre estas dos fuerzas se llevará a cabo dentro de menos de 72 horas. A nuestro modo de ver, el desamparo y la inseguridad sin precedentes en que viven millones de habitantes de aquella entidad, han abierto sus ojos hacia la única opción verdadera que los pueda ayudar a salir del infierno: la maestra Delfina.
Es deseable, para mantener la paz social del país, que las autoridades respeten escrupulosamente la voluntad que se exprese en las urnas y que los participantes acepten, con madurez, su veredicto.
Los que sí no aceptarán el fraude son los mexiquenses. Les va en ello la posibilidad de mejorar su triste condición de vida.
Es la tercera llamada. M