UNE CHAMBRE EN INDE /Y II
Une chambre en Inde (Una habitación en India) es la pieza que el ya mítico Théâtre du Soleil estrenó en 2016 en París, lo que provocó un gran desconcierto por todos los universos que abre y las cuestiones que pone sobre la mesa: la violencia, los fundamentalismos, la utilidad-inutilidad del teatro y del arte, etcétera. Un director de teatro que tiene la encomienda de hacer una puesta en escena sobre el Mahabharata, en el sur de la India, enloquece en una borrachera y comete actos indecorosos trepado en una estatua de Mahatma Gandhi. Es arrestado y su asistente, Cordelia, queda a cargo. Y entre la angustia y la confusión mental de Cordelia (y sus pesadillas), estalla el mundo (los mundos) en una teatralidad fantástica, con diversidad estilística, genérica, de actoralidades, de lenguas, de tonos de piel y de sistemas de ideas. Y la pregunta surge muy pronto: ¿para qué mierda sirve el teatro en un mundo que se desmorona y que va demasiado aprisa para entenderse a sí mismo?
El montaje no es precisamente un caos porque su directora, la genial Ariane Mnouchkine, ha logrado que en la gran sala de la Cartoucherie quepa el mundo. Delirante sí que es, brutal crítica a los fundamentalismos (sobre todo islámicos) también. Por eso es un teatro peligrosísimo que pone a temblar a la audiencia. Y el que escribe asistió solo unos días antes del atentado en Mánchester. Y uno no puede sino aplaudir cómo esta fantástica artista del teatro y su compañía extraordinaria están dotados de un valor enorme e irreductible. Por ello, a la entrada, los espectadores son revisados por elementos de la policía caracterizados como personajes de la obra.
¿Para qué sirve el teatro? La pregunta dentro del espectáculo me lleva a recordar el cuento de Peter Brook sobre el día en que Dios inventó el teatro. En él nos dice que los hombres discutían sin ponerse de acuerdo si era una herramienta para encontrar a Dios y las cosas divinas, para hallar lo que es justo o injusto para la humanidad o bien para simplemente dejar pasar las cosas y entretener. La Mnouchkine nos demuestra que para las tres y más. Une chambre en Inde pareciera la contraparte de Le dernier caravansérail (Odyssées) que pude ver en el 2005 y que abordaba el tema de los refugiados, el maltrato y los dobles discursos de las naciones frente al fenómeno. Acá, en esta nueva creación, pareciera que la Europa y el mundo han cambiado mucho en poco más de una década. El terror y sus abanderados han sembrado muchas preguntas. El Théâtre du Soleil nunca ha pisado México, cosa extraña. Esperemos tenerlos algún día por acá. m