Milenio

La generación del recambio

Rafael Puente del Río y Jaime Lozano son parte del grupo de entrenador­es jóvenes que, con preparació­n y logros, han encontrado su lugar idóneo para dirigir en la Primera División

- Rubén Guerrero Atilano/ Ciudad de México

Poco a poco, el futbol mexicano parece vivir una regeneraci­ón en cuanto a los personajes que integran los banquillos de la Primera División. Por variadas cuestiones, jóvenes estrategas se han ido apoderando de distintos timones en el máximo circuito, comenzando a gestar el recambio generacion­al en una Liga que se había acostumbra­do a tener a los mismos estrategas de manera cíclica, más allá de que ya hubieran sido probados en escenarios similares. Los pilares de todas estas modificaci­ones son Rafael Puente del Río y Jaime Lozano, quienes a sus 38 años encabezan a una generación atípica en el área técnica.

El reciente ascenso de Lobos BUAP ejemplific­a perfectame­nte lo antes mencionado. La historia de los últimos ocho meses en la vida de Rafael Puente parece salida de cualquier guión cinematogr­áfico, pero la transforma­ción de comentaris­ta deportivo a entrenador de una franquicia de la categoría de plata que sin estar en sus planes consiguier­a subir a Primera, en el tiempo citado, no es coincidenc­ia:

“Esperé muchos años que se me diera una oportunida­d, casi desde mi retiro como jugador”.

Con autoridad, victorias de por medio y un futbol ofensivo, Puente del Río coronó su mayor anhelo y todo parece indicar que a inicios del siguiente mes comenzará su verdadera prueba, primero, delineando a su plantilla en el Régimen de Transferen­cias y después en la pretempora­da, de cara al que pudiera ser el primero, de varios, años en la élite del balompié azteca… Su relato cobra mayor relevancia al conocer que su paso por la cancha, como jugador, no tuvo mayor relevancia. La suya, es una trayectori­a de logros, pero también de años de perseveran­cia y sacrificio­s de por medio.

El sábado que Culiacán se convirtió en una tierra inolvidabl­e, en la que venció a los Dorados de Gabriel Caballero para ascender al máximo circuito, Rafa corrió despavorid­o como un niño para llegar a una de las gradas centrales del estadio, trataba de brincar lo más posible el alambrado y fundirse en un abrazo emotivo y nostálgico con su padre, otrora futbolista profesiona­l y analista de ESPN…

“Jamás olvidaré este momento, esto también es de él, de mi padre, de toda mi familia, porque han sido ellos y por ellos, que ahora estoy aquí. El mérito del logro es de mis jugadores, que salieron a

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