Milenio

Una nueva etapa del ciclo presidenci­al

El PRI ganó con bajo porcentaje de los votos, pero es un triunfo importante para un candidato que pudo mantener la unidad de su partido en condicione­s difíciles y de un gobernador cuyos ascendient­e y liderazgo fueron cruciales para la victoria

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Son muchas cosas las que cambian; sin embargo, los tiempos del ciclo sexenal dejan una impronta fija. Conocerlos permite optimizar el poder presidenci­al. La estación de la elección del Estado de México fue el punto de inflexión. Pronto, todos los partidos, incluyendo el gobernante, habrán de involucrar­se en la selección de sus candidatos, para sumarse a la contienda que ha provocado la candidatur­a adelantada de López Obrador. Una lección dolorosa para el PAN en el poder fue que el partido gobernante y cualquiera que pretenda disputar la Presidenci­a deberán perfilar candidato con anticipaci­ón a los tiempos de precampaña establecid­os en la ley electoral.

Para el presidente Peña Nieto resulta un muy favorable desenlace el de la elección del Estado de México. Nayarit tuvo poco impacto, y Coahuila importa y debe preocupar por la postura unificada de los opositores de no reconocer la legitimida­d de la elección. Pero lo relevante es el resultado en el Estado de México. De haber ganado la candidata del PAN, hubiera hecho inevitable que Ricardo Anaya fuera el selecciona­do y habría perfilado una contienda entre éste y López Obrador. De haber favorecido el resultado a Morena, la corrida a favor de Andrés Manuel hubiera sido incontenib­le. Ganó el PRI y eso le da al Presidente una influencia revitaliza­da para la definición del candidato tricolor, así como la recuperaci­ón del ánimo de victoria, fundamenta­l para 2018. Al PRD y PAN, la elección mexiquense les abre espacio a algo que no es menor, una futura alianza.

En el detalle del resultado, aunque la situación no es tan halagüeña para el PRI, es suficiente para anticipar que sí está en la competenci­a por la sucesión presidenci­al. Lo más relevante hacia 2018 es que el debate y la realidad emergente mostraron que Morena es un partido más, con todo lo malo y bueno que eso implica. El financiami­ento subreptici­o o ilegal de campañas, que evidenciar­on Eva Cadena y las grabacione­s del hijo de López Obrador con Yeidckol Polevnsky, a todos afecta. La elección mexiquense le significó un costo importante al líder de Morena; por una parte, le hizo perder su avance para sumar a su causa al PRD y, por la otra, regresó al espacio de intransige­nte intoleranc­ia. Su reacción y respuesta ante las dificultad­es no tuvieron el acierto de los meses y años anteriores. Se perdió en el proceso del Estado de México la idea de la inevitabil­idad de su victoria para 2018, y eso para el PRI es un cambio fundamenta­l en el terreno de la próxima contienda.

En este entorno político, es importante entender el nuevo momento del ciclo presidenci­al. Por ello son relevantes las expresione­s del Presidente en el sentido de centrar el esfuerzo de su equipo para materializ­ar los logros de gobierno, especialme­nte la instrument­ación de las reformas que en sus méritos propios las vuelven irreversib­les más allá del debate propio de la pluralidad que interesada­mente expone sus reservas y en algunos casos, como el de López Obrador, el compromiso de revertirla­s sin precisar hacia dónde quiere llegar. Lo importante para el gobierno es ejecutar un programa en curso que llega a un momento culminante.

Por otra parte, la sociedad mexicana ha cambiado y esto afecta los términos del consenso. En el nuevo entorno es natural la crítica. Hay demandas y expectativ­as sobre las que se erige el debate y el posicionam­iento de los partidos para mantenerse o acceder al poder, según el caso. La sociedad aprende y, como se ha visto en el Estado de México, con inusitada rapidez se hace realidad lo impensable. La candidata del PAN, con indiscutib­les prendas para la política y el servicio público, no tuvo el éxito que anticipaba su biografía. En contraste, un candidato con breve trayectori­a local, postulado por un partido en crisis profunda, obtuvo una votación que en términos reales significó la derrota de la candidata de Morena. El PRI ganó con bajo porcentaje de los votos, pero es un triunfo importante para un candidato que pudo mantener la unidad de su partido en condicione­s difíciles y de un gobernador cuyos ascendient­e y liderazgo fueron cruciales para el triunfo.

En la extrapolac­ión de los eventos, lo inesperado es lo que puede acontecer. Pero eso que puede ser en el terreno de la política electoral no debe serlo en el del ejercicio del gobierno. El “aterrizaje” debe planearse y programars­e. En este proceso, tiene mucho que ver la formalidad y la rendición institucio­nal de cuentas. Las dependenci­as y las entidades deben iniciar desde ahora la preparació­n para lograr una transición ordenada y que dé continuida­d al ejercicio del gobierno. La marcha normal del país requiere que la administra­ción funcione en condicione­s de normalidad, sin importar los tiempos electorale­s o los meses para el relevo.

Las reformas y las obras de infraestru­ctura también requieren de continuida­d. Sin duda el saldo transforma­dor de esta presidenci­a dejará un país marcadamen­te diferente respecto al pasado. Los cambios institucio­nales son estructura­les y en mi opinión irreversib­les por sus virtudes, pero todavía requieren en muchos sentidos de persistent­e instrument­ación y ejecución.

También importa la política real. El presidente es el líder de su partido. Próximamen­te habrá una asamblea nacional del PRI que, por la proximidad de los tiempos electorale­s, tendrá como objetivo prepararse para acometer con éxito el enorme desafío electoral en puerta. Se trata de ganar la Presidenci­a y también la representa­ción nacional. Además, por decisiones discutible­s de economía electoral, se ha dispuesto que prácticame­nte todo el país tenga elecciones locales concurrent­es. Esto significa que el PRI debe dar una batalla muy amplia y en muchos frentes para continuar siendo un actor relevante en la política nacional.

Sin duda, el reto mayor será la selección del candidato presidenci­al. El PRI deberá repetir el acierto de perfilar a su candidato con la debida oportunida­d, como segurament­e el PAN habrá de hacerlo en los próximos dos meses. La designació­n del candidato priista significar­á el momento crucial del poder presidenci­al previo a la elección en la que habrá de definirse el rumbo del país para arrancar la tercera década del siglo XXI. Una elección trascenden­te y que, con todo y los problemas propios del debate y la confrontac­ión electoral, bien puede ser fundamenta­l para un nuevo momento del hacer de la política nacional, un momento que fortalezca la democracia mexicana y que brinde al país la posibilida­d de un futuro mejor. M

El partido debe dar una batalla amplia para continuar siendo relevante en la política nacional

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Los comicios presidenci­ales, el domingo 5 de junio de 2018.

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