Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
Conocí personalmente a Miguel Herrera por ahí de principios del 2003, cuando aún se desempeñaba con relativo éxito como entrenador del Atlante y además se cocinaba su llegada a Monterrey. Su presencia, entonces, mis dos entusiastas y ávidos lectores, causó sorpresa, ya que llegó como invitado de una invitada a una reunión informal de amigos en su humilde casa. O sea, la mía que es la suya.
Desde luego que en una reunión de este tipo el hecho de platicar de deportes, política y religión es algo que nunca sobra. Nosotros los hombres tenemos la peculiaridad de tratar de componer el mundo, eso sí, siempre acompañados de una botella de ron o tequila. ¡Hombres al fin!, dice mi esposa. ¡No saben hablar de otra cosa! Y estoy seguro que alguna que otra se identificará con ella. ¡Así somos pues!
Recuerdo, también, que en esa particular reunión ninguno de mis amigos mencionaba tópico deportivo alguno. Supongo que la intención era no incomodar al invitado y esperar a que se sintiera más en confianza. Esa noche conocí a un Miguel bastante tranquilo, educado y amable. Me imagino que la exposición mediática no causaba aún los estragos que hoy le vemos. Desde entonces, una especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde se han apoderado del Piojo, convirtiéndolo en un personaje al que amas o detestas. No hay tonos grises en las opiniones que genera, desde luego, debido a muchas actitudes y desplantes que se han hecho costumbre en él.
Por un lado, vemos a un tipo que le dice sí a todo. No importa si es a un medio “patito”, él siempre tendrá la atención para dar una declaración. Por otro lado, vemos a un tipo que, aunque siempre dice que sí, no está dispuesto a tolerar cualquier pregunta, respondiendo siempre con malestar a los cuestionamientos que vienen con “jiribilla y rampabolla”. Hoy, nuevamente sentado en un banquillo que por sí solo genera polémica, veremos qué tan cambiado está el “nuevo” Piojo. Acá su Charro Negro de confianza tiene sus reservas y desde ahora espera el momento en el que explote a la mínima provocación. A ver qué pasa cuando suceda.