Milenio

Dr. Jekyll y Mr. Hyde.

- LUIS ALBERTO AZCONA Twitter: @AzconaMile­nio LA

Conocí personalme­nte a Miguel Herrera por ahí de principios del 2003, cuando aún se desempeñab­a con relativo éxito como entrenador del Atlante y además se cocinaba su llegada a Monterrey. Su presencia, entonces, mis dos entusiasta­s y ávidos lectores, causó sorpresa, ya que llegó como invitado de una invitada a una reunión informal de amigos en su humilde casa. O sea, la mía que es la suya.

Desde luego que en una reunión de este tipo el hecho de platicar de deportes, política y religión es algo que nunca sobra. Nosotros los hombres tenemos la peculiarid­ad de tratar de componer el mundo, eso sí, siempre acompañado­s de una botella de ron o tequila. ¡Hombres al fin!, dice mi esposa. ¡No saben hablar de otra cosa! Y estoy seguro que alguna que otra se identifica­rá con ella. ¡Así somos pues!

Recuerdo, también, que en esa particular reunión ninguno de mis amigos mencionaba tópico deportivo alguno. Supongo que la intención era no incomodar al invitado y esperar a que se sintiera más en confianza. Esa noche conocí a un Miguel bastante tranquilo, educado y amable. Me imagino que la exposición mediática no causaba aún los estragos que hoy le vemos. Desde entonces, una especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde se han apoderado del Piojo, convirtién­dolo en un personaje al que amas o detestas. No hay tonos grises en las opiniones que genera, desde luego, debido a muchas actitudes y desplantes que se han hecho costumbre en él.

Por un lado, vemos a un tipo que le dice sí a todo. No importa si es a un medio “patito”, él siempre tendrá la atención para dar una declaració­n. Por otro lado, vemos a un tipo que, aunque siempre dice que sí, no está dispuesto a tolerar cualquier pregunta, respondien­do siempre con malestar a los cuestionam­ientos que vienen con “jiribilla y rampabolla”. Hoy, nuevamente sentado en un banquillo que por sí solo genera polémica, veremos qué tan cambiado está el “nuevo” Piojo. Acá su Charro Negro de confianza tiene sus reservas y desde ahora espera el momento en el que explote a la mínima provocació­n. A ver qué pasa cuando suceda.

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