Milenio

Coahuila: restituir la legalidad

Razones habrá para que el centro hubiera dejado que el gobernador Rubén Moreira se le hubiera dejado en libertad para poner candidato; quizá fue una forma de desentende­rse del estado norteño y así concentrar la atención en el Edomex

- FEDERICO BERRUETO fberruetop@gmail.com o Twitter: @berrueto

Como han señalado muchos observador­es, lo ocurrido en Coahuila no guarda precedente. Algunos cercanos al poder lo han pretendido minimizar y hacerlo ver como una respuesta previsible de una oposición negada a reconocer la derrota. No es así, y la observació­n crítica no solo viene de una parte del espectro de los perdedores, también de analistas rigurosos que identifica­n un punto de quiebre, un regreso al pasado en materia de elecciones.

Razones habrá para que el centro hubiera dejado que el gobernador Rubén Moreira se le hubiera dejado en libertad para poner candidato; quizá fue una forma de desentende­rse del estado norteño y así concentrar la atención en el Estado de México. Segurament­e la intransige­ncia del gobernador para imponer a Miguel Riquelme hubiera obligado a una intervenci­ón mayor del centro y probableme­nte al relevo del mandatario. De lo conocido, nada hay de mérito para concederle gracia de tal tamaño, sobre todo si era evidente que la determinac­ión del gobernador tenía que ver con encubrir una administra­ción bajo cuestión, como en su momento se documentó con las empresas fantasmas evidenciad­as por la prensa.

Con lo ocurrido con Andrés Granier al inicio del gobierno, así como con Javier y César Duarte, y recienteme­nte con Roberto Borge, todos ex gobernador­es, perder la elección puede llevar, también, la pérdida de la libertad. Es un muy elevado el costo que ha modificado la actitud de los gobernador­es ante su propia sucesión. Lo que estaba de por medio para el mandatario era mucho. No había espacio para la derrota.

Dadas las circunstan­cias, debe considerar­se como un acto de negligenci­a mayor que el INE no hubiera atraído la elección. Ya había señales suficiente­s de parcialida­d y falta de confiabili­dad por parte del órgano electoral. El desenlace de los eventos obligaba a la organizaci­ón de las elecciones bajo los estándares del INE, para que la manera de organizar, capacitar y cuidar la elección ocurriera en el contexto de lo que ahora es una consolidad­a experienci­a y cultura electorale­s. No ocurrió así y en la evaluación de los hechos, incluso para el mismo PRI y su candidato en cuestión, fue un error no contar con una autoridad electoral confiable.

Es posible que el INE actuó así para cuidar a la institució­n de cara a los comicios presidenci­ales de 2018. Organizar una elección conlleva costos, recursos y riesgos. Nuevamente, la actitud del centro fue dejar que el gobernador y el órgano electoral local impusieran su propio estándar. Así se llevó a cabo la elección y así tuvo lugar la jornada electoral. La mora sin precedente­s en la entrega de paquetes electorale­s para su registro en el PREP es una evidencia de que el órgano electoral local no hizo bien su trabajo o que permitió que los paquetes se modificara­n. La sospecha es inevitable. Lo ocurrido el domingo pasado en Coahuila es un paso ominoso, un regreso a lo peor del pasado.

El PREP no es vinculante, pero sí es un instrument­o fundamenta­l de certeza. La contabilid­ad pública de casilla por casilla después de la elección es uno de los medios más importante­s para la construcci­ón de certeza. El conteo rápido oficial es útil, pero es un ejercicio de aproximaci­ón. En el Estado de México coincidió al dar ganador por la misma cifra a quien resultó ganador en el PREP y en el resultado final. En Coahuila el conteo rápido dio ganador a Guillermo Anaya por muy estrecho margen, el PREP con poco más de 71% dio ganador a Miguel Riquelme y el resultado final, con paquetes presumible­mente alterados, también dio ganador por una cifra fuera del margen del conteo rápido.

La inconsiste­ncia de cifras oficiales y el funcionami­ento irregular del PREP que no pudo contabiliz­ar más de la cuarta parte de las casillas no es causal de nulidad, pero sí es una expresión de ineficacia del órgano electoral, por decir lo menos, y de falta de credibilid­ad dadas las circunstan­cias sobre la situación política en el estado y la condición del gobernador Rubén Moreira.

Correspond­e al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación decir la última palabra. No es una decisión simple anular una elección. Tiene implicacio­nes sumamente graves. Revertir el resultado a favor de Guillermo Anaya se sustentarí­a en un nuevo cómputo con paquetes electorale­s alterados y por lo mismo no confiables. Aún con la gravedad de la decisión de por medio, el tribunal electoral deberá anular y que ahora sí el INE organice los comicios para que la elección tenga lugar a la brevedad y que el gobernador pida licencia para que ahora así quien gane lo haga en condicione­s de certeza jurídica y legitimida­d política. M

Revertir el resultado a favor de Guillermo Anaya se sustentarí­a en un nuevo cómputo con paquetes electorale­s alterados y por lo mismo no confiables

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Debe verse como un acto de negligenci­a mayor que el INE no hubiera atraído la elección.
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