Milenio

Un proyecto de país es superior a uno personal

- JOSÉ LUIS REYNA

Los comicios de la semana pasada sugieren que el ganador de los mismos fue López Obrador y su partido. No ganaron el Edomex, pero acusaron un avance arrollador. Si se considera la votación individual por partido, el PRI obtuvo 1.72 millones de sufragios en tanto que Morena alcanzó 1.78 millones de votantes. La añosa maquinaria electoral priista funcionó a todo vapor para salvarse, de panzazo, ante un partido casi recién nacido. Lo anterior dibuja un PRI exhausto, desfalleci­ente. Es el momento, por tanto, para definir un nuevo proyecto político, que refleje los intereses de la sociedad y, sobre todo, que no hieda tanto a PRI. Para ello es necesario dejar de lado el interés y la arrogancia personales: López Obrador, si verdaderam­ente cree en un México diferente, tiene que dejar de actuar como un cacique autoritari­o y asumirse como un estadista con visión de largo plazo. De él depende, en gran medida, un nuevo y viable proyecto para el país; sería, sin duda, uno de sus protagonis­tas, aunque no necesariam­ente la cabeza del mismo.

El prototipo del político opositor exitoso es AMLO. Muchas veces con razón, otras sin ella, se ha opuesto a un statu quo que muchos ya no queremos. No es fortuito, por tanto, que sus adversario­s lo ataquen despiadada­mente. Le acusan de cobarde, de ser un populista cavernario. Que, de ganar la Presidenci­a, México sería otra Venezuela. ¿En verdad es creíble que él tenga como destino paradigmát­ico a Venezuela? Solo en la mente de sus detractore­s.

La oposición de López Obrador al establishm­ent, sin embargo, tiene que experiment­ar una mutación estructura­l. Como líder político, no puede exhibirse con las banderas de la necedad, de la beligeranc­ia. AMLO sabe combatir solo, pero desconoce (o no le gustan) las batallas en equipo, aquellas que impliquen estrategia­s (y ganancias) compartida­s. Hace mucho habría obtenido más de lo que hasta ahora ha logrado de no ser por su obstinada necedad personalis­ta. Aceptar una derrota es, con frecuencia, más redituable que aferrarse a una causa perdida.

AMLO tiene un gran capital político; por eso, todos lo atacan e intentan taponarle su trayectori­a ascendente. En los cuatro estados disputados electoralm­ente la semana pasada, Morena es la segunda fuerza política, por arriba del PAN y el PRD, pisándole los talones al PRI. López Obrador tiene que aprovechar su capital y, a la vez, entender que si su objetivo es desterrar a la “mafia del poder” (al PRI corrupto y sus adláteres en otra terminolog­ía), no podrá hacerlo solo. Necesita aliados, coaligarse con sus afines y aceptar que él no necesariam­ente tiene que ser la cabeza de un frente opositor, aunque sin duda sería uno de sus principale­s líderes. A México le urge definir un proyecto de país alternativ­o. AMLO puede contribuir significat­ivamente al mismo, dejando atrás la belicosida­d y exaltando el interés de la colectivid­ad. AMLO, el líder político, tiene que entender que la definición de un nuevo proyecto para México se ubica muy por arriba de su interés personal. Si lo entiende, pasará a la historia. M

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