Un proyecto de país es superior a uno personal
Los comicios de la semana pasada sugieren que el ganador de los mismos fue López Obrador y su partido. No ganaron el Edomex, pero acusaron un avance arrollador. Si se considera la votación individual por partido, el PRI obtuvo 1.72 millones de sufragios en tanto que Morena alcanzó 1.78 millones de votantes. La añosa maquinaria electoral priista funcionó a todo vapor para salvarse, de panzazo, ante un partido casi recién nacido. Lo anterior dibuja un PRI exhausto, desfalleciente. Es el momento, por tanto, para definir un nuevo proyecto político, que refleje los intereses de la sociedad y, sobre todo, que no hieda tanto a PRI. Para ello es necesario dejar de lado el interés y la arrogancia personales: López Obrador, si verdaderamente cree en un México diferente, tiene que dejar de actuar como un cacique autoritario y asumirse como un estadista con visión de largo plazo. De él depende, en gran medida, un nuevo y viable proyecto para el país; sería, sin duda, uno de sus protagonistas, aunque no necesariamente la cabeza del mismo.
El prototipo del político opositor exitoso es AMLO. Muchas veces con razón, otras sin ella, se ha opuesto a un statu quo que muchos ya no queremos. No es fortuito, por tanto, que sus adversarios lo ataquen despiadadamente. Le acusan de cobarde, de ser un populista cavernario. Que, de ganar la Presidencia, México sería otra Venezuela. ¿En verdad es creíble que él tenga como destino paradigmático a Venezuela? Solo en la mente de sus detractores.
La oposición de López Obrador al establishment, sin embargo, tiene que experimentar una mutación estructural. Como líder político, no puede exhibirse con las banderas de la necedad, de la beligerancia. AMLO sabe combatir solo, pero desconoce (o no le gustan) las batallas en equipo, aquellas que impliquen estrategias (y ganancias) compartidas. Hace mucho habría obtenido más de lo que hasta ahora ha logrado de no ser por su obstinada necedad personalista. Aceptar una derrota es, con frecuencia, más redituable que aferrarse a una causa perdida.
AMLO tiene un gran capital político; por eso, todos lo atacan e intentan taponarle su trayectoria ascendente. En los cuatro estados disputados electoralmente la semana pasada, Morena es la segunda fuerza política, por arriba del PAN y el PRD, pisándole los talones al PRI. López Obrador tiene que aprovechar su capital y, a la vez, entender que si su objetivo es desterrar a la “mafia del poder” (al PRI corrupto y sus adláteres en otra terminología), no podrá hacerlo solo. Necesita aliados, coaligarse con sus afines y aceptar que él no necesariamente tiene que ser la cabeza de un frente opositor, aunque sin duda sería uno de sus principales líderes. A México le urge definir un proyecto de país alternativo. AMLO puede contribuir significativamente al mismo, dejando atrás la belicosidad y exaltando el interés de la colectividad. AMLO, el líder político, tiene que entender que la definición de un nuevo proyecto para México se ubica muy por arriba de su interés personal. Si lo entiende, pasará a la historia. M