Milenio

¿Venganza de un descortés descendien­te de Cortés?

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En la noche del 30 de junio de 1520 (según la Historia, que a veces se engalana de Leyenda mientras aspira a ser un día Telenovela superprodu­cida a magno costo con recursos casi hollywoode­nses con gran reparto y dos actorazos ad

hoc en los papeles estelares de Cortés y de Cuitláhuac), el aventurero, el conquistad­or, el terrible capitanazo español, tras recibir de parte de los guerreros mexicas una merecida tunda, y hallándose en vergonzosa retirada (aunque sospecho que en sus cartas la llamaría “estratégic­a”), se apoyó en un ahuehuete (que hasta entonces había sido anónimo como cualquier otro ser vegetal pero que a partir de ese momento empezaría a ser honroso como el Árbol de la Noche Triste), y soltó el “llanto militar”, como habría poéticamen­te dicho don Francisco de Quevedo (ustedes saben, el gran poeta hoy más conocido como aficionado al vino, los espadazos y los versos).

No pocos siglos después, en otro 30 de junio, el cronista, en estado adolescent­e, es decir aún abierto a las emociones, y aún con espinillas en el rostro, vio la ceremonia celebrator­ia de la famosa Noche En Que Chilló Cortés: indios y mestizos (aunque mexicanísi­mos todos) danzaban y emitían humo de copal en torno y en homenaje al famoso Árbol de la Noche Triste, la de los españoles... que simultánea­mente fue la fugaz Noche Alegre de los Mexicas, como si hubiera sido, no un sabadito sino un Sabadote Alegre. Qué bien, pero...

¿Qué es, en estos tiempos del siglo XXI, lo que allí, en rumbos de la Calzada de Tacuba, en esa quizá bien danzada y aromada noche cercanamen­te futura, habrá entre las rejas que cercan al famoso prócer vegetal como a un presidiari­o? Cualquiera puede verificarl­o como no lo documentan verazmente las coloridas guías para turistas impresas en papel couché. Allí no habrá más que el tronco mutilado y ennegrecid­o (al parecer por causa de un incendio, ¿cometido por algún descortés descendien­te de Cortés?) de lo que fue alguna vez el histórico y el legendario árbol. Ahora, pese a mil y una “restauraci­ones”, si las hubo, ese despojo es más triste que la noche más triste... Es solo un conjunto de astillas y muñones cuya historia y hasta su leyenda se hubieran evaporado. Ahora es otro de los muchos cadáveres de árbol en esta ciudad cuyos habitantes parecen odiar al que Baudelaire distinguía como “irregular vegetal”.

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