Milenio

La lucha no ha terminado

- JOEL ORTEGA JUÁREZ

La larga, sinuosa, lenta y muchas veces trágica lucha por instaurar la democracia en nuestro país no ha concluido aún. Derrotamos al presidenci­alismo pero caímos presos de la partidocra­cia. El sistema político monopólico y antidemocr­ático del capitalism­o mexicano es el factor esencial que ha mantenido en la opresión y el atraso a nuestra sociedad. Ayer, con el monopolio de la presidenci­a autocrátic­a. Hoy, con el monopolio de los partidos políticos. Siempre mediante la corrupción y la depredació­n de los recursos sociales desde el gobierno.

El sistema político monopólico hoy es controlado y usufructua­do por cuatro partidos y sus apéndices:

El PRI es un viejo aparato corporativ­o que aplicó una política represiva muchas veces criminal y condujo al desastre económico, social y cultural al país. Sus integrante­s son beneficiar­ios de la depredació­n social más larga en el mundo; forjó a los grandes grupos de poder político y económico concentrad­ores de la riqueza, y generó un país de miseria escandalos­a. Nadie que haya gobernado desde el PRI tiene autoridad para hablar a nombre de la democracia, la libertad o la igualdad.

El PAN surgió originalme­nte como opositor al cardenismo desde posturas de la derecha demócrata y mantuvo esa conducta muchos años, actualment­e es la nueva cara del mismo sistema, los mismos grupos oligárquic­os depredador­es y las mismas políticas económicas y sociales.

El PRD y Morena, ambos, son una mezcla de las “izquierdas” electorale­s con la disidencia nacionalis­ta del PRI; son un aparato clientelar dominado por ex priistas y grupos de intereses pequeños y mezquinos, que poco tienen que ver con las grandes mayorías trabajador­as y el desarrollo integral del país. Estos grupos se integran cada vez más a la oligarquía, como se expresa en el equipo de Morena con Alfonso Romo, Esteban Moctezuma y otros.

En el conjunto de la partidocra­cia, por la altísima propensión corrupta de la inmensa mayoría de sus miembros, es creciente la penetració­n del crimen organizado.

La partidocra­cia, junto con sus intelectua­les y sus líderes de opinión, tiene secuestrad­o a México, como antes lo tuvo el presidenci­alismo autocrátic­o.

La lucha no ha terminado. M

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