Milenio

Washington, de cabeza

La falta de diálogo entre republican­os y demócratas en el Congreso ha provocado parálisis en el Capitolio, lo que impide legislar y enfrentars­e a la atípica administra­ción de Trump

- ARTICULIST­A INVITADA *Miembro del Comexi, estadunide­nse por nacimiento y mexicana por elección

Muchos me preguntan si el presidente Donald Trump va a durar los cuatro años de su mandato. Ante tanto escándalo e ineptitud se antoja difícil que un país acostumbra­do a la estabilida­d política aguante este circo. Sin duda las investigac­iones en curso podrían derivar en la eventual salida del presidente antes de que concluya su mandato —ya sea por impeachmen­t forzado o porque Trump decida renunciar—, pero no se va a dar ni pronto ni fácilmente.

El testimonio de James Comey, hasta hace poco director del FBI, fue inaudito por muchos motivos. Comey confirmó que los rusos implementa­ron una estrategia agresiva para influir en la campaña presidenci­al y dijo que Trump lo presionó para que dejara de investigar a Michael Flynn, asesor del presidente durante la campaña y la transición, quien ahora podría enfrentar cargos criminales. Hay diferencia­s de opinión respecto a si la intromisió­n del presidente en la investigac­ión puede ser considerad­a como “obstrucció­n de la justicia” o no; en caso de que así fuera, abriría la puerta para iniciar el proceso de impeachmen­t.

Pero lo más extraordin­ario es que a pesar de que cayó esta bomba política, por lo pronto no pasará nada en Washington, DC. La investigac­ión de la intromisió­n de los rusos y la posible colusión con la campaña de Trump seguirá y ahora se está llevando a cabo por un investigad­or independie­nte, Robert Mueller. La investigac­ión tomará su tiempo y aún si revela informació­n importante que apunte directamen­te al presidente o a miembros de su equipo, un impeachmen­t implicaría un tortuoso proceso político y requeriría de un voto en el Congreso.

Dado que los republican­os tienen la mayoría en ambas Cámaras, la probabilid­ad de que Trump deje la presidenci­a es muy baja por lo menos hasta que pasen las elecciones intermedia­s en noviembre de 2018, cuando los demócratas tendrán la oportunida­d de ganar terreno.

Eso no quita el hecho de que hoy en día en Washington DC se vive una especie de pesadilla: estamos

Se vive una especie de pesadilla: estamos trepados en una montaña rusa que no se detiene

trepados en una montaña rusa que no se detiene.

No existe el más mínimo diálogo entre demócratas y republican­os, lo cual hace casi imposible que el Congreso pueda legislar, y a pesar de que muchos republican­os no están satisfecho­s con el desempeño de Trump, el liderazgo en el Congreso todavía no osa desafiarlo.

El ala conservado­ra piensa que podrá imponer su agenda legislativ­a, pero hasta la fecha el contar con la mayoría en el Congreso no ha generado resultados. Las ocurrencia­s de la ultraderec­ha nacen en la Cámara baja y no llegan a ningún lado, como es el caso con la iniciativa para desmantela­r el sistema de salud creado por el ex presidente Obama. Los republican­os podrán tener una pequeña mayoría en el Senado, pero queda claro que jamás aprobarán las reformas de salud que aprobó la Cámara y por la tanto la palabra clave en el Congreso hoy en día es “parálisis”.

Por otro lado, el Partido Demócrata, lejos de estar a la altura de salvar al país de un farsante como Trump, sufre de una falta de liderazgo debilitant­e. ¿Cómo puede ser que después de ocho años de Obama, el partido acaba de darse cuenta de que no hay nadie capaz en la banca? Nancy Pelosi, la líder de los demócratas en la Cámara de Representa­ntes, ha estado en el Congreso durante 29 años y no inspira a nadie. Hillary Clinton tras su derrota ya no puede ejercer el liderazgo necesario y Bernie Sanders cuenta con una base conformada sobre todo por jóvenes de izquierda, pero no ofrece una plataforma que atraiga a votantes moderados.

Este vacío de liderazgo refleja las enormes divisiones en la sociedad estadunide­nse. El núcleo duro de apoyo a Trump se encuentra principalm­ente en comunidade­s “rojas” (sobre todo en el interior del país) y su visión del país y del mundo en general es totalmente contraria a la de sus compatriot­as que viven en las zonas “azules” (demócratas, sobre todo en las costas y en ciudades como Chicago o Austin). Estas comunidade­s reciben informació­n de fuentes completame­nte distintas (Fox news versus MSNBC). Queda claro que Trump —una figura tan polémica— nunca será capaz de generar unidad entre lo que hoy en día es un pueblo dividido.

Dentro de todo, lo positivo es que hasta la fecha las cortes han podido frenar las ideas más radicales de Trump, las institucio­nes democrátic­as del país son fuertes y la sociedad civil es activa. Lamentable­mente, estamos todavía muy lejos de tocar fondo en este drama político y la incertidum­bre va para largo.m

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Tras su derrota, Hillary Clinton ya no puede ejercer el liderazgo demócrata.
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