EL DOCTOR LICEA TRAFICÓ CON SUS RESTOS
Su madre lo recibió en enero de 1868 y le dio sepultura en la Cripta Imperial de Viena
honor a Miramón, previo a esa decisión les da monedas de oro a los soldados para que las balas le dieran en el pecho y no en rostro, no quería que su madre, la archiduquesa Sofía, cuando recibiera su cuerpo, lo viera desfigurado.
La situación es, aclara el cronista, que al estar Miramón al centro, fue abatido por los mejores tiradores, muriendo al instante, mientras que a Maximiliano y a Mejía los fusilaron los menos hábiles, por lo que, además de los cinco balazos que recibió el emperador, tuvieron que darle el tiro de gracia en el corazón.
Como Maximiliano era un hombre de 1.84 centímetros cuando trataron de ponerlo en el féretro se le salían los pies, así que le flexionaron las piernas. Por esa razón y porque no fue embalsamado correctamente, el cadáver se deterioró durante todo el tiempo que pasó antes de que el cuerpo le fuera devuelto a los Habsburgo y viajara a Europa a finales de noviembre de 1867. Actualmente ese ataúd se muestra en el Museo Regional de la entidad.
Garrido del Toral señala en entrevista que una vez que el archiduque fue levantado con una sábana y colocado en el ataúd, lo trasladaron a la ciudad, donde el ginecólogo Vicente Licea lo embalsamó , “semanas más tarde corrían rumores de que se había comportado como carnicero al lucrar con los órganos, la sangre, el cabello y hasta las barbas del archiduque. Dicen que vendió pañuelos y la ropa con sangre en 15 mil pesos a varias señoras encopetadas de Querétaro. La princesa Salm Salm, admiradora de Maximiliano, lo acusó formalmente ante el gobierno de Benito Juárez y el caso llegó a la Suprema Corte, así que el doctor fue condenado en primera y segunda instancia, en un recurso que ya no existe, que se llama de Súplica. Se pasó tres años en la cárcel pero al final lo exoneraron y salió libre bajo fianza”.
De acuerdo con el especialista en la vida y obra del emperador y autor del libro Maximiliano en Querétaro, “el cuerpo de Maximiliano siguió sus peripecias, cuando lo trasladaron a la Ciudad de México, la carreta se atascó y el cuerpo del emperador terminó en un gran charco, así que cuando llegó al Convento de San Andrés era una piltrafa, lo tuvieron que colgar de los pies para que todos los líquidos cayeran por gravedad”, comenta el cronista.
Los restos del archiduque regresaron a Austria en la misma embarcación que lo trajo a México. Su madre lo recibió en enero de 1868, y le dio cristiana sepultura en la Cripta Imperial de Viena que se encuentra en la Iglesia de los Capuchinos.
En México, se le erigió a Maximiliano una capilla hasta 1901, en el lugar exacto donde fue fusilado, al lado de Miramón y Mejía, indica Garrido del Toral. “Los que adoran a Maximiliano le dicen la Capilla propiciatoria, es decir, para que su alma se vaya al cielo, y los que lo odian le llaman Capilla expiatoria, para que pague sus culpas. La vamos a dejar en Capilla de Nuestra Señora de los Dolores, como lo muestra la pintura que fue donada por los Habsburgo. Esta capilla fue idea de don Porfirio Díaz, contra todo lo que el mundo piensa (que el gobierno de Austria la mandó construir”, subraya.
En el Archivo General del estado de Querétaro, donde estuvo el cadáver de Maximiliano mientras viajaba a la Ciudad de México, se preserva el periódico La sombra de Arteaga del 20 de junio de 1867, el cual reproduce su testamento, así como el reporte de su ejecución, así lo mostró a MILENIO el equipo de trabajo, de María Luisa Sierra, jefa de departamento del Archivo General de Querétaro. M