Milenio

Espiar no es inteligenc­ia

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Apregunta expresa ¿para qué destinar tiempo y recursos en documentar las acciones y conversaci­ones de otros?, la más lógica de las respuestas sería que para obtener informació­n privada que se pueda utilizar “inteligent­emente” contra la persona vigilada. Sin embargo, la sofisticac­ión en la recabación y el uso de informació­n privada a través del espionaje en telecomuni­caciones tiene implicacio­nes que provocan un daño irreparabl­e no solo en la persona espiada, sino en su comunidad.

La violación al derecho a la intimidad es una agresión sutilmente ejecutada para intimidar a quienes incomodan con sus palabras, acciones y relaciones. Saberse espiado modifica inevitable­mente el comportami­ento de cualquiera, frena las acciones de denuncia y esparce desconfian­za generaliza­da. Por ello, los perfiles de los activistas, periodista­s y defensores de derechos humanos que fueron selecciona­dos para ser monitoread­os ilegalment­e revelan los temores de quienes invierten y operan para indagar en sus comunicaci­ones. Vigilan a quienes encabezan la defensa de los padres de los 43 estudiante­s desapareci­dos, la denuncia de actos de corrupción multimillo­narios, la exigencia de transparen­cia y rendición de cuentas a funcionari­os públicos y políticos, la demanda de un sistema anticorrup­ción sólido sin designacio­nes a modo, la libertad de prensa, la administra­ción de la seguridad pública en manos de civiles y no de militares, por mencionar algunas.

Las institucio­nes que participan en la vigilancia ilegal quedan también debilitada­s. Quizá esta consecuenc­ia no entra en el cálculo de quienes deciden invertir y operar el espionaje. Sin embargo, en un momento de urgencia para tejer puentes confiables entre líderes sociales y autoridade­s, estas intervenci­ones ponen en riesgo cualquier posibilida­d de diálogo constructi­vo. Sucedió ya con el proceso de selección del titular de la Fiscalía Especializ­ada en Materia de Delitos Relacionad­os con Hechos de Corrupción, en el que los grupos de sociedad civil con mayor experienci­a en la materia abandonaro­n su participac­ión tras la evidencia de que algunos de sus integrante­s y otros activistas habían sido víctimas de espionaje. La Feadle anunció ayer que abrió una carpeta por presunta intervenci­ón telefónica al conocer la nota periodísti­ca del New York Times. Los alcances de su investigac­ión darán la pauta para medir si hay o no impunidad en este caso.

Se suma a la lista un evento más que evidencia la urgencia de contar con una Fiscalía General con plena autonomía. M

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