¿Quién espía?...
La bomba que detonó el New York Times sobre el espionaje político que realizan agencias gubernamentales mexicanas ha generado una amplia onda expansiva. Por lo pronto, todos los grandes medios se han desmarcado del gobierno de Peña Nieto y han condenado el acoso.
Fuera de Ciudad de México, el informe ha causado preocupación, porque desde 2015 hay denuncias de que algunos gobiernos estatales también adquirieron esos costosos para hostigar y sustentar la desaparición de personajes incómodos.
Es bien conocida la peligrosa atmosfera en que viven los comunicadores y defensores de los derechos humanos en gran parte del país. Como evidencia están los asesinatos recientes de reporteros y ciudadanos emblemáticos ocurridos en Chihuahua, Tamaulipas y Sinaloa.
Imaginemos el infierno que viven quienes además de saberse vigilados y señalados por y
ahora son espiados y grabados también por sus propios teléfonos celulares.
Ante esta denuncia, que pone en duda toda la reciente verborrea sobre la supuesta libertad de expresión, es indispensable presionar para que los gobiernos locales informen: ¿qué tipos de instrumentos de espionaje poseen y utilizan? ¿Quiénes son los funcionarios que los operan y cuáles son los criterios para su aplicación? ¿Cuál fue la legislación en que se sustentó su compra y quién autorizó el presupuesto?
El espionaje telefónico ha sido una realidad en la vida política del país. Desde la década de los 50 todos los gobiernos federales han intervenido los teléfonos de quienes han querido y utilizado la información para intimidar y destruir a muchos. Las carreras de legendarios políticos (nuestros Frank Underwood) tuvieron sustento en su habilidad y cinismo para espiar. Muchos crímenes políticos del siglo XX se planearon y llevaron a cabo en esas cañerías del sistema.
Ahora, en la segunda década del siglo XXI nos enteramos de que el espionaje ha sido ampliado y reconfigurado por el nuevo PRI. Que junto con la corrupción, la inseguridad y la manipulación electoral han regresado al oscurantismo del siglo pasado nuestra fracasada democracia. M