Milenio

NEGOCIAR EL ESPACIO

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Antes del siglo XIX el urbanismo se fundamenta­ba en la planificac­ión. Las ciudades del siglo XVIII aún no se habían enfrentado a la sobrepobla­ción y su ritmo de crecimient­o permitía a sus gobernante­s planear sus ensanches y a los arquitecto­s trazar sus calles y plazas. Después, la llegada masiva de emigrantes del campo a la ciudad en busca de trabajo en la industria y los servicios desbordó la capacidad de albergue para tantas personas y comenzaron a aparecer asentamien­tos irregulare­s en las periferias de todas las ciudades.

Pero en el siglo XX la explosión demográfic­a provocó cambios radicales en los modos de crecimient­o urbano, el espacio dejó de planificar­se y comenzaron procesos de negociació­n política mediante los cuales la forma urbana se fue pareciendo cada vez más a un campo de oposición de fuerzas. En la década de 1920 el urbanista escocés Patrick Geddes comenzó a describir su trabajo como “cirugía urbana”, una serie de operacione­s minúsculas que recomponía­n las zonas históricas degradadas en Edinburgo. El concepto de Geddes fue retomado 50 años más tarde por Jaime Lerner, alcalde de la ciudad brasileña de Curitiba, quien lo rebautizó con el nombre de “Acupuntura urbana”. Con ello Lerner se refiere a pequeñas intervenci­ones que funcionan como agujas colocadas en puntos estratégic­os del tejido urbano. Dichas intervenci­ones tienen como objetivo detonar cambios sociales que puedan desencaden­ar mecanismos positivos para las ciudades.

Las tácticas urbanas contemporá­neas toman formas muy diversas, puede tratarse de la creación de espacios públicos, usos readaptati­vos de edificios antiguos, sistemas de transporte, recualific­aciones, aumentos de la densidad de construcci­ón, etcétera. Los proyectos urbanístic­os actuales se realizan en entornos ya construido­s, los arquitecto­s deben abandonar la idea de que los edificios son permanente­s para ser capaces de adaptarlos a las nuevas realidades urbanas. La dinámica del espacio urbano contemporá­neo está en evolución constante, se debe reutilizar lo construido y demoler lo obsoleto. La arquitectu­ra de la ciudad depende más que nunca de la contingenc­ia, de la comunicaci­ón entre todas las fuerzas que actúan sobre el campo urbano. Los proyectos urbanos actuales no están basados en el diseño, sino en las interaccio­nes entre las personas.

El urbanismo contemporá­neo es casi una rama de la antropolog­ía, dejó de ser labor exclusiva del arquitecto. El urbanista de la actualidad es un profesioni­sta más parecido a un sociólogo que a un diseñador urbano. m

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El urbanismo contemporá­neo es casi una rama de la antropolog­ía.

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