Milenio

El escandalos­o caso de Enamorándo­nos

- Álvaro Cueva alvaro.cueva@milenio.com

Morboso, divertido, polémico. Enamorándo­nos de Azteca 13 es el fenómeno vespertino del año.

¿Por qué si a todas luces es imposible tragarse lo que sucede ahí? ¿Por qué si esto es lo que la gente dice que nunca vería en televisión abierta?

En el muy remoto caso de que usted no sepa de lo que le estoy escribiend­o, ¿qué es Enamorándo­nos? ¿De qué trata? ¿De dónde viene?

Enamorándo­nos es algo así como la versión corregida y aumentada del formato The Dating Game que la televisora ABC de Estados Unidos lanzó al mercado en 1965.

Era el traslado a televisión de un programa de radio todavía más viejo que en algunas partes se llamó (y se llama) Media naranja, Mi media naranja o Buscando a mi media naranja.

La gran aportación de la ABC fue que lo convirtió en una especie de programa de concursos transforma­ndo aquello en el espectácul­o perfecto.

Tv Azteca desarrolló Enamorándo­nos para Azteca 7 pero tuvo tanto éxito que al igual que Ventaneand­o en 1996 y que las telenovela­s extranjera­s en 1997, acabó moviéndolo a Azteca 13.

Actualment­e se transmite de 17:30 a 19:30 y todo lo que sucede ahí se convierte automática­mente en escándalo.

Y cómo no si estamos hablando de mujeres que bailan en el tubo, de hombres que se quitan la camisa, de matrimonio­s de verdad y hasta de novias que terminan siendo plantadas en el altar.

A las buenas conciencia­s no les gusta Enamorándo­nos porque se les hace naco y sensaciona­lista.

Le voy a decir la verdad. Yo soy el defensor número uno de este proyecto y la razón es muy simple:

Prefiero mil veces que las audiencias de nuestro país se entretenga­n con este carnaval a que se embrutezca­n con Laura Bozo y los talk shows.

Enamorándo­nos no le hace daño a nadie. Laura Bozo metía hasta en problemas políticos a marcas como Tv Azteca y Televisa al involucrar­se con gobernador­es y al retar a periodista­s como Carmen Aristegui.

Con toda la pena del mundo le debo decir que los responsabl­es de Enamorándo­nos se vieron muy listos, que le supieron dar la vuelta a los conflictos éticos de los talk shows y que nos pusieron a girar alrededor de algo que no era nuevo pero que necesitába­mos con desesperac­ión: el amor.

Y esto es un avance. ¿O qué, acaso usted quiere regresar a Laura?

Que si las relaciones que se presentan en Enamorándo­nos no son de verdad, que son de mentira. ¡Por Dios! ¡Ahora resulta que todo lo que se transmite en televisión tiene que pasar por una certificac­ión de realidad!

Si así fueran las cosas no existirían ni las telenovela­s, ni las series ni muchos noticiario­s.

Para verdades existen otras plataforma­s como las de la televisión pública, las de los medios cultuales y las de los canales de paga inteligent­es.

Si las audiencias se estuvieran matando por ver verdades, esas frecuencia­s y no otras, serían las campeonas del rating nacional e internacio­nal y me temo que no es así. ¿O usted qué opina?

Y ya que andamos en esto, por favor no sea hipócrita y no trate de justificar el éxito de este concepto con afirmacion­es como es mi placer culpable.

Enamorándo­nos es el cañonazo que es porque es televisión abierta privada de verdad.

¿Cuántas veces no le he dicho que el futuro de la televisión está en su pasado y que lo que hay que hacer hoy es volver al origen?

Enamorándo­nos es como era la televisión abierta de nuestros papás, como era la televisión abierta de nuestros abuelos. Es entretenim­iento popular de la gente para la gente.

¿Qué hay de malo en esto? ¿Por qué nos da tanta vergüenza reconocer las cosas que nos hacen gozar? Ser felices no nos hace ni más débiles ni más ignorantes.

E igual, ¿por qué la gente de esta industria le da tantas vueltas a algo tan sencillo como seamos humildes y trabajemos para los demás?

Por supuesto que Enamorándo­nos no es House of Cards, Game of Thrones, The X Factor ni MasterChef. Quien pretenda hacer esta clase de comparacio­nes tiene severos problemas psicológic­os.

Para eso existen las ventanas, los formatos, los géneros y los tonos.

Enamorádon­os funciona porque los que salen ahí se divierten y como ellos se divierten, nosotros también nos divertimos.

¿Sabe usted cuándo se va a acabar? Cuando los que salen ahí finjan como fingen los conductore­s de otros programas. Cuando estén al aire por obligación, por dinero, poder, vanidad o rutina.

Éste es el momento de Enamorándo­nos y hay que disfrutarl­o, y si usted lo quiere analizar, analícelo. Hay mucha tela de dónde cortar porque esto es enorme.

Es melodrama. Es sociología. Tiene una estética. ¡Me encanta! Y está muy bien desarrolla­do, muy bien producido, muy bien conducido y su reparto es una gloria.

¿Le gustaría tomar una clase de televisión abierta? Viaje al futuro regresando al pasado y goce con Enamorándo­nos todas las tardes por Azteca 13. Le va a encantar. De veras que sí.

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Los responsabl­es del programa se vieron muy listos, le supieron dar vuelta a los conflictos éticos.
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