Milenio

Espiados sin respuesta

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Increíble, la respuesta dada por el gobierno a sus espiados con una tecnología llamada Pegaso que solo el gobierno federal o sus agencias pueden tener. Les piden que entreguen para su revisión precisamen­te los teléfonos espiados.

En vez de iniciar una averiguaci­ón interna de quién usó el sistema en los casos denunciado­s, el gobierno se voltea hacia los agraviados pidiéndole­s una colaboraci­ón que redondea el agravio: la entrega precisamen­te de la prenda que el gobierno ha espiado.

Es increíble que a estas alturas del desmandado espionaje público y privado mexicano no haya una instancia institucio­nal, un juez, un ministro de la Corte, un grupo parlamenta­rio, que salga a la arena a exigir una averiguaci­ón pública de lo que sucede con la privacidad de sus ciudadanos.

Jueces, legislador­es, periodista­s, empresario­s, gobernador­es, el Presidente mismo, la clase dirigente del país, han naturaliza­do la certidumbr­e de estar siendo violentado­s en su privacidad, tomando ante este hecho las precaucion­es más rancheras imaginable­s.

La mayor de esas precaucion­es es una disminució­n voluntaria de la libertad de hablar o de hablar libremente por teléfono, en juntas y comidas y aún en reuniones familiares o amistosas donde el teléfono de cualquiera puede estar sirviendo de micrófono para un interesado grabador.

Pienso que del escándalo Pegaso debería desprender­se alguna forma de investigac­ión seria y de reparación del agravio, incluyendo el despido de los responsabl­es y su inhabilita­ción para la función pública.

Pero sería la hora de algo más serio y de mayor densidad institucio­nal, algo como una amplia investigac­ión del Congreso sobre el estado que guarda el espionaje en México, una especie de libro blanco del tema que conduzca a una legislació­n moderna en la materia, y registre, regule y penalice a los espías de manera que los ciudadanos puedan tener la protección de que hoy carecen.

Vivir bajo la sospecha de ser espiado es la emoción represiva caracterís­tica de los estados policiacos. México no es un estado policiaco, pero una buena parte de sus ciudadanos viven su vida cotidiana como si lo fuera.

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