Milenio

Otra entrañable tradición

- FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

La publicació­n de conversaci­ones privadas, conversaci­ones grabadas en secreto, se entiende, suele ser bochornosa para quienes interviene­n, aunque solo sea porque en privado se habla de un modo distinto —en general, más descuidado, aparte de que se digan cosas que uno no diría en público. Por eso son muy sabrosa materia de escándalo.

Es imposible de olvidar la conversaci­ón entre el gobernador de Puebla, Mario Marín, y el empresario Kamel Nacif, la del “góber precioso”. Pero ha habido muchas más, igualmente escabrosas. En ese mismo 2006, las de la profesora Elba Esther Gordillo sobre el voto del sindicato de maestros. Y poco después, las del secretario de Comunicaci­ones, Luis Téllez, hablando de Salinas de Gortari, y las del gobernador de Veracruz, Fidel Herrera, con los candidatos del PRI en junio de 2010. Están las grabacione­s en que la diputada perredista Claudia Corichi ofrece el apoyo de “unos zacatecano­s muy locos” al candidato a gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, y las de Josefina Vázquez Mota, en medio del pleito del PAN, en 2012, quejándose de Genaro García Luna.

Entre las más viejas, las conversaci­ones de José Córdoba Montoya con Marcela Bodenstedt, por las que nos enteramos de que eran novios. Y entre las más recientes, las de ejecutivos de la empresa OHL, que hablan de mordidas y concesione­s.

Algo tan frágil, tan insustanci­al como un fragmento de una grabación de audio, de origen desconocid­o, puede ser demoledor, según de quien se trate. Tal vez de ahí su popularida­d. Por lo demás, aparte de sus efectos sobre la vida personal de algunos, de ese aluvión de grabacione­s no ha resultado nada. O casi nada. Desde hace décadas, nuestros periódicos se dedican a espiar, y grabar conversaci­ones, para publicarla­s. O contratan a quienes espíen, y graben. O están al servicio de quienes espían, y graban, y quieren que se publiquen esas conversaci­ones. Y eso contribuye en mucho a ese olor de sentina tan caracterís­tico de nuestra vida pública.

Afortunada­mente, han cambiado las tornas. Y están todos de acuerdo en que la sola sospecha de un intento de espionaje amerita una investigac­ión seria. A lo mejor es que despunta una prensa con otros estándares éticos. O no. M

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico