Milenio

Mantener la grandeza

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En la nave de Ulises no había ni héroe ni poeta. Es un héroe quien aun sin estar amarrado resiste, incluso sin cera en los oídos resiste; es un poeta quien, aun estando amarrado, se lanza al mar, quien aun con cera en los oídos oye. Lo único del todo inexplicab­le para el poeta es el artificio de las amarras y la cera Marina Tsvetáieva

Nunca he comprendid­o el sadismo de la vida hacia quien entiende la muerte como una contingenc­ia y aun así tiene que enfrentarl­a de forma lasciva; cierto es que nada puede permanecer con inmutable justicia, ya lo dijo Kant: un hombre tiene que ser justo aunque Dios no exista, aunque Dios no lo sea.

La inteligenc­ia, elegancia y belleza poseen una connotació­n de origen romano o griego, allí donde todo fue fraguado: el derecho, la historia, la filosofía, la teología, y que hemos ido forjando al calor de la evolución. Sin embargo, encuentro su más fuerte connotació­n en la pletórica elocuencia rusa, tan estrictame­nte sublime como puramente espiritual. Al repasar algunas novelas clásicas, sus renglones albergan una multitud de imágenes que nos sugieren tomar lecciones en el Monte Athos: la escuela de la santidad y su campo de acción.

El caso de la literatura rusa y luego soviética resulta muy peculiar, pocos referentes occidental­es sirven de utilidad para comprender­la. Es una escala obligada en el viaje de cualquier lector. Conocemos los cuentos de Chéjov y Gógol, las batallas de Tolstói, los poemas de Pasternak y Mandelstam y la filosofía de Bakunin, o sea lo más caracterís­tico al momento de abordar grandes temas morales y sociales, no el habla melosa sino auténticos remanentes de la antigüedad, únicos en su especie.

El periodo de antes y después de la Revolución cerró a muchos la puerta; de ahí un listado de rebeldes artísticos y hombres de acción políticos, como Meyerhold, de talento como Babel, Pilniak, Yashvili, Tabidze, D. S. Mirski, Bulgákov y el crítico Averbakh. Eliminados de uno u otro modo al igual que Shostakovi­ch y Prokofiev.

Hay quienes preservan su libertad sin tener que reverencia­r tanto al Estado, volviendo al arte el vehículo de expresión directa de la emoción nacional: los personajes rusos llevan la experienci­a al momento en que arde y es transforma­da en un incendio. Quizá, para no ser propagandi­sta y sobrevivir, habría que ser indiscerni­ble. “Tú no sabes aún que en el alba del Kremlin se respira mejor que en cualquier otro sitio”. Así es Moscú, reza el lugar común y no por ello deja de ser extraordin­ario: ello hace que dicho país esté entre las primeras potencias mundiales. m

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En el Kremlin se respira mejor.

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