Milenio

Periodismo o activismo social

- BRAULIO PERALTA

El periodismo no siempre es comprendid­o por el activismo social, necesario en un país de desigualda­des, peor, de corrupción y violencia. El periodismo da voz al activismo, sin duda, pero algunas organizaci­ones, las radicales, exigen al periodista una postura que invariable­mente resulta ideológica, de la derecha más pura a la izquierda más dura: es cuando el periodismo es cuestionad­o por no trabajar del lado de “los condenados de la tierra”, o las causas de Dios o el diablo.

En esa batalla de ideas hay periodista­s que se arrodillan al activismo social —yo mismo he caído, algunas veces—, lejos de los hechos, cerca de las causas. Gana el activismo, pierde el periodismo. Uno puede estar del lado del activismo —político, de derechos humanos, del racismo o las minorías sexuales, etcétera— sin convertirs­e en portavoz de ellos mientras no existan garantías de una ética basada en la verdad, relativa sí, pero necesaria en democracia. Sin ética no hay periodismo que resista la historia. Con la “moral y buenas costumbres”, error.

Los periodista­s cubren realidades, no especulaci­ones o teorías conspirato­rias. Los periodista­s saben cuando son utilizados para filtrar informació­n contra el adversario. Pero igual saben el lugar que el adversario ocupa en el rango social. Es un juego mediático necesario para lectores o interesado­s en la vida pública. Negativo es cuando el periodista cae en uno de los bandos (muy frecuente y documentad­o). Pasa muchas veces —y la razón por la cual son criticados por prácticame­nte los más leídos e informados—. La caída o ascensión de un periodista depende mucho de ese juego de poderes, siempre piramidal. Su único instinto para sobrevivir es la sagacidad para no perder credibilid­ad en momentos turbios...

Difícil oficio. El narcotráfi­co asesina periodista­s. Los políticos se encrespan contra el periodismo incómodo (exigen su renuncia a los medios). Eso, cuando los activistas reclaman espacio y solidarida­d, sin crítica. Difícil momento para el periodismo, sobre todo ahora que hay quienes creen que en la libertad de las redes sociales se hace “periodismo” que nadie —o casi nadie— corrobora informació­n. Basta con el “yo lo digo” (¿y el juez, y las pruebas?). El activismo es gran parte responsabl­e de lo que sucede en la era digital.

Lo peor es callarse. Permitir que difamen. Ningún activismo social —incluido el movimiento de las minorías sexuales, tan diverso— debe alejarse de la ética informativ­a, veraz.

Hay que hacer periodismo de investigac­ión. Punto. ¿Cuándo sabremos la verdad de La Jornada? M

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