Periodismo o activismo social
El periodismo no siempre es comprendido por el activismo social, necesario en un país de desigualdades, peor, de corrupción y violencia. El periodismo da voz al activismo, sin duda, pero algunas organizaciones, las radicales, exigen al periodista una postura que invariablemente resulta ideológica, de la derecha más pura a la izquierda más dura: es cuando el periodismo es cuestionado por no trabajar del lado de “los condenados de la tierra”, o las causas de Dios o el diablo.
En esa batalla de ideas hay periodistas que se arrodillan al activismo social —yo mismo he caído, algunas veces—, lejos de los hechos, cerca de las causas. Gana el activismo, pierde el periodismo. Uno puede estar del lado del activismo —político, de derechos humanos, del racismo o las minorías sexuales, etcétera— sin convertirse en portavoz de ellos mientras no existan garantías de una ética basada en la verdad, relativa sí, pero necesaria en democracia. Sin ética no hay periodismo que resista la historia. Con la “moral y buenas costumbres”, error.
Los periodistas cubren realidades, no especulaciones o teorías conspiratorias. Los periodistas saben cuando son utilizados para filtrar información contra el adversario. Pero igual saben el lugar que el adversario ocupa en el rango social. Es un juego mediático necesario para lectores o interesados en la vida pública. Negativo es cuando el periodista cae en uno de los bandos (muy frecuente y documentado). Pasa muchas veces —y la razón por la cual son criticados por prácticamente los más leídos e informados—. La caída o ascensión de un periodista depende mucho de ese juego de poderes, siempre piramidal. Su único instinto para sobrevivir es la sagacidad para no perder credibilidad en momentos turbios...
Difícil oficio. El narcotráfico asesina periodistas. Los políticos se encrespan contra el periodismo incómodo (exigen su renuncia a los medios). Eso, cuando los activistas reclaman espacio y solidaridad, sin crítica. Difícil momento para el periodismo, sobre todo ahora que hay quienes creen que en la libertad de las redes sociales se hace “periodismo” que nadie —o casi nadie— corrobora información. Basta con el “yo lo digo” (¿y el juez, y las pruebas?). El activismo es gran parte responsable de lo que sucede en la era digital.
Lo peor es callarse. Permitir que difamen. Ningún activismo social —incluido el movimiento de las minorías sexuales, tan diverso— debe alejarse de la ética informativa, veraz.
Hay que hacer periodismo de investigación. Punto. ¿Cuándo sabremos la verdad de La Jornada? M