GANADOR DEL PREMIO VILLAURRUTIA Alberto Blanco analiza la práctica de la poesía
El autor fue galardonado por su libro El canto y el vuelo, con el que completa una trilogía en la que pone énfasis en el porqué de su labor literaria
Alberto Blanco recorre el día a día con la práctica poética de su lado, al grado de que cuando pregunta sobre la extensión de la charla y aparece el problema de las limitaciones por el espacio, enseguida produce un haikú: ¿Limitaciones? Los pájaros en la jaula siguen cantando. Pero no es propiamente el poeta el que la noche del martes recibió el premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores, por su libro El canto y el vuelo (andante Ediciones, 2016), aunque al final lector y autor son lo mismo, en especial el hombre que desde hace más de cuatro décadas ha reflexionado sobre los misterios de su oficio. “Probablemente ni siquiera está separada de la práctica misma de la poesía. No es que yo escribiera poemas durante muchos años y que últimamente me haya dado por reflexionar en torno a eso. La verdad es que comencé a reflexionar sobre estos asuntos hace mucho tiempo, incluso empecé a llevar notas, apuntes, desde los años setenta”.
Desde fines de los años noventa Blanco ya tenía en mente el proyecto de una serie de ensayos en torno a la práctica de la poesía, concretados bajo el título de El llamado y el don (2011) y La poesía y el presente (2013), a los que ahora se suma El canto y el vuelo. Son obras aparecidas en diferentes momentos por necesidades editoriales, de común acuerdo con Marco Perilli, de Autor de títulos como Cromos, Canto a la sombra de los animales y También los insectos son perfectos, Blanco reconoce que sus reflexiones sobre poesía han llegado de una manera muy natural porque cualquier ser humano se pregunta en un momento dado por qué hace lo que hace. “Simple y sencillamente me he preguntado con toda seriedad por qué, por un lado, he dedicado mi vida a la poesía, y por qué estos aspectos de la poesía son o funcionan así, y no de otra manera. Esa suma de reflexiones está en estos tres libros de poética”. Editorial Auieo, el sello bajo el que aparecieron los primeros dos títulos, los que tuvieron “una respuesta sorprendentemente buena si consideramos que se
El canto y el vuelo, sin embargo, es un libro que tiene mucho más que ver con la reflexión entre la poesía y muchas otras zonas de interés o de actividad personal, aunque también con las vinculaciones entre la poesía y otras artes y otras disciplinas.
Y más allá del reconocimiento que obtuvo gracias a esa obra o el que el galardón lleve el nombre de Xavier Villaurrutia, para el poeta el premio “podría significar que se le preste atención a los otros dos volúmenes y que en un momento dado más lectores se aproximen a ellos”. trata de poética, un género poco frecuentado”. Con El canto y el vuelo Blanco cierra su trilogía de reflexión alrededor de la poesía, de los por qué y, en especial, de los desafíos que enfrenta el género, de ahí que lo dedique a pensar en la relación “Los por qué son muy importantes en cualquier parte de la vida” “Un día me dije ¿por qué no estudiar filosofía? Y me metí a la carrera en la UNAM” entre la poesía y el futuro. “No es un trabajo que pretenda hacer un recorrido académico por los distintos aspectos literarios, sintácticos, prosódicos o formales de la poesía, aunque algo de todo eso toca”, cuenta quien hace unos días recibiera el premio Villaurrutia en una ceremonia celebrada en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
El futuro, la ciencia, la ecología, la pobreza, la velocidad, el humor, el azar o el silencio son algunos de los temas que se aparecen en el volumen, dividido en 12 capítulos, “ensayos que exploran distintos tiempos y espacios con notable libertad imaginativa. Su escritura prueba, por lo demás, una sabiduría sin límites de la poesía y el arte”, de acuerdo con el acta del jurado que decidió otorgarle el galardón, integrado por Jorge Aguilar Mora, Adolfo Castañón y Angelina Muñiz-Huberman. “Los por qué son muy importantes en cualquier parte de la vida, y la poesía está llena de esas preguntas. No es solo que no me molestan, sino que me parecen indispensables; recuerdo que cuando estudiaba química me la pasaba preguntando por qué y muchas veces me respondieron: ‘¿Sabe qué, compañero? Eso que usted quiere averiguar no se estudia en una carrera de química ni en las ciencias duras; váyase a estudiar filosofía, donde sí se dedican a averiguar por qué’.
“Recibí tantas veces esa respuesta que eventualmente un día dije ¿por qué no estudiar filosofía?, y me metí a la carrera en la UNAM. Después de algunos años me pareció que en muchos sentidos andaban menos desatinados los científicos que los filósofos, pero todo me sirvió. Todo me interesó y, sin embargo, no se acabaron mis por qué”. M