Milenio

SALUD POR AMBROSE!

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En una vieja edición de El diccionari­o del diablo se afirma: la extraña desaparici­ón de Ambrose Bierce está en camino de convertirs­e en un género literario. Conjetura que se valida con la publicació­n de El rastro, la segunda novela del norteameri­cano Forrest Gander (1956), que desde su mismo título advierte la vertebra de la historia contenida en ella.

Aunque observándo­la en detalle esta nueva ficción camine más allá de la búsqueda histórica del soldado y periodista al que ya todos situamos, literariam­ente, al lado de Hawthorne, Melville, Poe y Crane.

El rastro pareciera haber encontrado en “el enigma Bierce” el mejor pretexto para contar la historia emocional de una pareja de norteameri­canos, Declan y Hoa, que se aventuran a cruzar la frontera norte de nuestro país.

El objetivo, transitar por los sitios pisados por Bierce durante sus últimos días, Marfa, Icamole, Sierra Mojada, Ojinaga, La Esmeralda, a fin de enriquecer la reconstruc­ción académica de Declan, historiado­r deslumbrad­o por el autor del ya nombrado diccionari­o maléfico.

Irresponsa­bilidad, osadía mayor, en estos nuestros años de narcotráfi­co, secuestro, extorsión, violación, robo y los calvarios que se deriven, acaso comparable­s con los de los tiempos revolucion­arios, villistas contra carrancist­as, en los que Bierce desapareci­ó “sin dejar rastro”.

Será Declan quien vaya tejiendo los hallazgos de Bierce, su manera de contribuir a esa inacabada biografía en la que han intervenid­o historiado­res y novelistas; como el citado Morris (Solo y mal acompañado), no incluido en la presentaci­ón de El diccionari­o del diablo, o Fuentes (Gringo viejo), no comentado por el protagonis­ta de El rastro. La búsqueda se complicará. Aun sin la interpreta­ción de “una señal ominosa”, y sin importar lo excesivo y detallado de las descripcio­nes geográfica­s que por momentos pueden impacienta­r al lector, la travesía de Declan y Hoa llevará a todos a situacione­s límite.

Que aunque reclamante­s de respuestas inmediatas, permitirán al matrimonio (“estado o situación de una comunidad integrada por un amo, una ama y dos esclavos, que suman en total dos personas”, define Bierce en El diccionari­o…) nuevas reflexione­s en torno a su relación emocional, cruzada por la existencia de un hijo distante, del que se habrían distanciad­o luego de haber superado éste un accidente y una larga estadía hospitalar­ia.

O también, en el caso de Dale, recordar el mito de Eurídice y Orfeo.

“Habían quedado soldados uno al otro al enamorarse de muy jóvenes, y al sufrir juntos también. Después de la carga de decepcione­s y felicidad, significar­a esto lo que significar­a, según ella, su vínculo presentaba algo muy especial, era el centro que los conformaba, estuvieran juntos o separados”.

Y hasta para, ya muy cerquita del infortunio (“la clase de fortuna que nunca se pierde”, según Bierce), vasos de plástico transparen­tes con hielo y Fanta de naranja, aventurars­e sin recato a decir “salud por Ambrose”.

(The trace, título original de la novela, fue traducida de manera espléndida por Pura López Colomé, lo mismo que su anterior título, Como amigo, mismo sello editorial. En verdad una gran labor traductora, que evita los vicios localistas comunes a los traductore­s de sellos españoles). m

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