Milenio

Diplomacia de altura

- FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

En estos días se presenta en Roma una versión de la ópera Carmen con una puesta en escena verdaderam­ente hilarante —una especie de carnaval folclórico de tema mexicano. Entre las muchas reacciones, del bostezo a la carcajada, que podría inspirar un adefesio así, el embajador de México ha decidido manifestar “sorpresa” e “indignació­n”. No por lo que se ha hecho de Carmen, tan querida de Nietzsche, sino porque el espectácul­o presenta una “visión caricature­sca” de México.

El embajador ha escrito a la superinten­dencia de la Fundación del Teatro de la Ópera de Roma. En ese nivel estamos. Y es noticia.

La escenograf­ía, el decorado, el vestuario, son de una fealdad dolorosa, como montados con los desechos de una tienda de souvenirs de aeropuerto. Pero no hay nada de nuevo. Speedy González no es más sofisticad­o que eso (y no hubo una protesta de Ruiz Cortines en su momento). La directora, Valeria Carrasco, dijo que vio una fotografía del desierto de México y pensó que “podría ser hasta Sevilla”, y por eso: Carmen. Pues sí, con ganas de comparar, también podría ser Bután. Pero tampoco se puede pedir más de una foto. El resto está en la tienda de souvenirs, lógicament­e.

Por lo visto, cuando piensa en México, la señora Carrasco piensa en toreros y calaverita­s, y en Frida Kahlo. Significa que su fuente de inspiració­n son las películas de Walt Disney. Pero es que el público que va a la ópera en Roma reconocerá a México porque hay toros y calaverita­s, y una señora peinada como Frida Kahlo. Y no es más compleja la idea que puede hacerse de Iraq, India, Afganistán o Suecia.

El embajador se ofreció a “compartir informació­n sobre la riqueza y complejida­d” de la “auténtica cultura mexicana”. Cuya riqueza incluye el hecho de que la inversión pública está en niveles de hace 70 años, que los salarios son inferiores a los de China, que la policía de Sinaloa mató en un enfrentami­ento a 19 personas el pasado fin de semana —cosas así.

En 1965, Arnaldo Orfila fue defenestra­do en el Fondo de Cultura por publicar Los hijos de Sánchez. Porque el libro, una obra maestra, denigraba a México. Estamos en la misma veta, salvo que ahora nos preocupa que en Roma haya un desfile de calaverita­s. Alguien lo ha confundido todo. M

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