Milenio

Bartlett: “¡El faldero y su amo!”

- Ricardo Alemán

No sabemos si son los años, si es producto de un tardío ataque de honestidad o, de plano, si se trata del autorretra­to, de cuerpo completo, de uno de los mayores cínicos que recuerda la política mexicana.

Lo cierto es que de viejo —igual que de joven— Manuel Bartlett sigue jugando “el juego del faldero y su amo”; juego del segundón de siempre que dice y hace solo aquello que le ordena decir el dueño de la cadena en turno. En 1988 el dueño de la cadena era Carlos Salinas. Entonces la orden fue negar toda posibilida­d de fraude. Y sumiso,

Bartlett negó el fraude. Hoy, el dueño de la cadena se llama

AMLO y, de nuevo, la fidelidad de Bartlett es ejemplar. ¿Por qué? Porque sin el mítico fraude de 1988 nada justifica la existencia de “la mafia del poder”. Por eso, fiel a la orden de su nuevo amo,

Bartlett se niega a sí mismo, camina en reversa sobre sus pasos y… ¡sorpresa...! confirma el fraude electoral de 1988 que hizo ganar a Salinas y defraudó a Cárdenas. El mismo fraude que Bartlett negó ardorosame­nte en 1988. ¡El milagro de la cadena…! ¿Y por qué ese salto al vacío de Bartlett? Elemental. Porque con la negación de la elección legítima de Carlos Salinas —elección que en los hechos legitimó el PAN—, Bartlett da sentido a la mitología de “la mafia del poder”.

“¡Si la historia no se ajusta a mis deseos e intereses, que se chingue la historia…!”, parecen decir Bartlett y su dueño AMLO.

Pero la tragedia no se queda en el manoseo de la historia y tampoco la impunidad de los tramposos de ayer y de los mentirosos de hoy.

No, la tragedia es que a 29 años del 6 de julio de 1988, Bartlett cometió un nuevo fraude —a los ojos de los mexicanos—: el fraude que significa confirmar que Morena apuesta por la destrucció­n de las institucio­nes democrátic­as, el debilitami­ento de la confianza social en las institucio­nes y, sobre todo, la impunidad política de funcionari­os y legislador­es.

Y es que igual que en 1988, hoy tampoco existe un poder político, social o democrátic­o capaz de sancionar al servidor público tramposo de antaño y al legislador mentiroso de hogaño.

¿A quién debemos creerle…? ¿Al secretario de Gobernació­n priista de 1988, que era responsabl­e de organizar las elecciones, o debemos creerle al senador del PT, fiel escudero de Morena, que contradice a su pasado de hace casi tres décadas?

¿Quién miente y quién dice la verdad? ¿Miente el Bartlett secretario de Estado, escudero de Carlos Salinas y hombre clave del viejo sistema político, o miente

Bartlett el senador del PT, caricatura de la más rancia antidemocr­acia partidista que representa Morena?

En la respuesta a las interrogan­tes anteriores está la clave. Queda claro que Morena, AMLO y Bartlett apuestan a destruir la credibilid­ad social en las institucio­nes. No les importa hacer el ridículo y menos aparecer como reyes de la antidemocr­acia. Lo que importa es que los ciudadanos no crean en las institucio­nes.

¿Qué institució­n del Estado ha sido o es capaz de sancionar, sea en 1988 o sea en 2017, a un político bipolar como Bartlett, que mintió en 1988 o que engañó en 2017?

Y es que el sentido político y el sentido común dicen que los dos polos de Bartlett no pueden tener la razón. Uno miente y otro dice la verdad; el segundo miente o el primero dice la verdad. Es decir, Bartlett mintió en 1988 o mintió en 2017. Dijo la verdad en 1988 o dijo la verdad en 2017.

Pero la bipolarida­d de Bartlett no solo es síntoma de la vejez de un político, sino parte de los “achaques” de la política mexicana.

¿Y cuáles son —además de la bipolarida­d de Bartlett— los “achaques” de la avejentada y caduca clase política mexicana?

1. Que políticos de todos los signos, intelectua­les, opinadores y, sobre todo, ciudadanos siguen enamorados “del juego del faldero y su amo”. ¿Por qué Morena es el partido que más crece, a pesar de que es gobernado por un rey, que nunca ha trabajado, que no admite el disenso y que reclama sumisión y abyección? Muchos mexicanos son felices siendo falderos de AMLO.

2. Buena parte de la sociedad mexicana —conservado­ra de suyo– rechaza la promiscuid­ad social. Pero esa misma sociedad aplaude la promiscuid­ad política. Saltar de cama en cama partidista es motivo de aplauso y hasta de premio para los políticos.

3. Los mexicanos adoran y veneran a los rateros. ¿Lo dudan? Cuando AMLO “perdona” a ratas como Bartlett o Korrodi, en realidad lo primero que hace es darle un certificad­o de haber robado. Es decir, la condición para ser perdonados es ser ratero. Ya perdonados, los rateros devienen en los nuevos ídolos. Morena es peor que lo peor del viejo PRI. Así o más claro. Al tiempo.

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Secretario de Gobernació­n en 1988.
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