La unidad y la imaginación
En 2018 no solo es ganar la Presidencia, sino por la forma de ganar, significaría reformar al país. Hacer valer la voluntad popular en las urnas solo es posible mediante la unidad y, para ello, es obligatorio hacer algo diferente a fin de tener un resultado diferente.
Entre las propuestas existentes que se proponen salvar al país —hasta ahora—, es más grande la ambición que el talento. La visión es aritmética y no sustantiva.
La izquierda, convertida en pequeñas propiedades privadas, es tan insolvente y decrépita como la derecha, fincada en la exclusión, la segregación, la esperanza y la fe religiosa. Se propone sustituir autoritarismo con autoritarismo, oscurantismo con oscurantismo.
En 1988, la unidad democrática vino después de la elección. La diferencia ahora es que la unidad necesaria debe venir antes de 2018. ¿De dónde y cómo vendrá esta fuerza? ¿De los partidos o de la sociedad?
En 1988, carecían de imaginación muchas burocracias partidarias existentes, fueran de izquierda o derecha. Los importantes de la época veían asustados, desde las esquinas, cómo se organizaba la alternativa sin ellos. Los partidos y sus registros no eran importantes, sino la unidad popular que se impuso sobre su sectarismo partidario. El rumbo era más importante, que las partes.
Llegó la sorpresa, pero también la caída del sistema, el fraude y las consecuencias de un grave error: una candidatura presidencial común y cada partido defendiendo sus intereses.
Gracias a ello, el PRI obtuvo la mayoría en el Congreso y calificó la elección presidencial.
Ahora, el PRI para imponerse desde la minoría no va solo. Gracias al imaginario de Morena, el PRI se anima a ganar desde el descrédito, le ayuda haciendo de la división una virtud y sumando lo que apoyó al presidencialismo decadente. Al PRI le apoya, sirviendo de espejo.
La propuesta contraria desde la oposición; es decir, la alianza PRD-PAN también es fallida. Se hace desde la idea de que la sociedad debe servir a los partidos convocantes y no ellos a la sociedad. Su propuesta, al igual que Morena, es aritmética, no representan reformas, sino disputa seca.
¿Cuál es la solución? La sociedad ahí está: dispuesta a mucho más de lo que se cree y se ve, pero desarticulada, pesimista y sin opciones. Su única posibilidad es una ruptura, una insurgencia cívica y democrática que proponga ganar y reformar, y garantice mayoría en el Congreso.
¿De dónde vendrá la unidad? Necesariamente de la imaginación y la ruptura con las malas prácticas de anteponer intereses terminales a las grandes posibilidades.
Por lo pronto: hoy no hay nada, para nadie. M