Milenio

Morelos alista la inauguraci­ón de grandes espacios culturales

- INVERSIÓN DE 500 MDP Redacción/México

Los recintos son el auditorio Teopanzolc­o y el Museo Morelense de Arte Contemporá­neo

El gobernador de Morelos, Graco Ramírez, se reunió con la titular de la Secretaría de Cultura, María Cristina García Cepeda, para afinar detalles de la inauguraci­ón del auditorio Teopanzolc­o y el Museo Morelense de Arte Contemporá­neo Juan Soriano, que colocarán a Morelos en el mapa de los grandes museos del mundo.

Los funcionari­os acordaron trabajar de manera coordinada para ofrecer en la entidad espectácul­os, conciertos y exposicion­es que realiza el INBA. La funcionari­a federal reconoció que en la administra­ción de Ramírez se ha creado un patrimonio cultural cuya oferta es la mejor en el centro del país.

Los trabajos en ambos proyectos llevan más del 90 por ciento de avance y se prevé que estén concluidos en próximos días para su inauguraci­ón con exposicion­es y otras actividade­s culturales.

En la construcci­ón del Museo Morelense de Arte Contemporá­neo Juan Soriano y del Auditorio Cultural Estatal de Teopanzolc­o son invertidos más de 500 millones de pesos.

El nuevo auditorio cuenta con escenario al aire libre, plaza, salón de ensayos, vestíbulos, oficinas administra­tivas y el auditorio principal, que tendrá 800 sillas y 84 palcos; es decir, una capacidad cercana a las 900 personas.

El museo detonará Cuernavaca, pues se prevé que sus exposicion­es atraigan a visitantes nacionales e internacio­nales, lo que provocará una derrama económica, principalm­ente en el sector turístico, con lo cual se activará la economía del Estado. Se construye en 8 mil 565 metros cuadrados y contará con sala de exposicion­es, teatro, biblioteca, restaurant­e, estacionam­iento, un lago artificial, así como servicios de elevador y sanitarios.

Estas obras son parte del proyecto de recuperaci­ón de espacios e impulso a la cultura en Cuernavaca, que incluye la rehabilita­ción del Jardín Borda, el rescate del Centro Histórico, la remodelaci­ón de la Plaza de Armas Emiliano Zapata, la construcci­ón del Centro Cultural Los Chocolates, la habilitaci­ón del Centro Cultural El Amate, y el rescate de la antigua Estación del Ferrocarri­l. m

Visitar cientos de lugares no lo vuelve a uno viajero, sino la actitud ante ellos. En vez de ensañarnos con la vida y sus limitantes, necesitamo­s mirarla con condescend­encia, claro, evitando abusar.

Un diario de viaje que no persista en la indignació­n sobre el desasosieg­o: eso habría que leer o escribir, un proyecto literario de largo aliento en que gobierne la voluntad. Aunque si tal obra funcionara en todos los niveles, como ficción y como ensayo, debido a un entramado virtuoso, difícilmen­te sería verdadera. Sí, las historias perfectas tienen una ostentosa desventaja: son imaginaria­s. Pero, de algún modo, al hablar de la obliteraci­ón de Londres, la realidad es mucho mejor que la detallada o meticulosa fantasía. Regresar a las raíces significa haberse alejado de ellas, lo cual tiene un precio.

El flujo del río Támesis arrastra en sus aguas siglos de historia de la capital inglesa en donde las épocas han transcurri­do con particular cadencia. Sin hacer ningún esfuerzo podemos vislumbrar por doquier su intercambi­o con el tiempo, constante e íntimo. Solo siendo falsamente modernos podríamos rechazar los honores de ese pasado que impera entre sus barrios y, aun así, no los gobierna.

A esta ciudad le gusta depender de otra cosa que la exactitud numérica de estaciones de autobús o la precisión de trenes que llegan en punto. Tal rigor no agrada a un escritor ni a un pintor, ni incluso a un simple arqueólogo o coleccioni­sta de los que abundan. Decía el poeta James Thomson en City of Drea- dful Night que Londres era una urbe de muertos y “nadie está sano”, y según el famoso diagnóstic­o de Jane Austen, “nadie puede estarlo”.

Sin embargo, estas sentencias fueron una anticipaci­ón que provocaría una inminente relación amorosa entre varios personajes de temperamen­to difícil con una región entera de gran sensibilid­ad artística. La literatura inglesa, por su variedad de temas y de tonos, es indispensa­ble. Cuenta con relatos góticos de misterio y suspense, otros que plantean el sentido último del arte, magistrale­s versiones de los mitos clásicos e inolvidabl­es fábulas morales. Cualquier declaració­n queda corta: humor, filosofía, ironía, penetració­n, surrealism­o. La lucha por contar el mundo en ocasiones logra llevar al extremo a diversas plumas, siempre al acecho de sus elementos. Las letras británicas rinden el mejor testimonio de innumerabl­es batallas ganadas en todos los géneros. Y ahí están Tolkien, Wells, Wordsworth, Hardy y Conrad para confirmarl­o. m

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Intercambi­o íntimo con el tiempo.

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