Desde niña me pensaba como actriz: Adriana Roel
“Los jóvenes actores no aceptan hoy una teoría o un sistema de actuación exigente, rígido; quieren más libertad”, dice a MILENIO
La actuación “es mi forma de expresión de vida. Es un arte cuando está bien hecha”, señala
Con esa dicción distintiva que ha dado vida a personajes entrañables en el teatro mexicano durante 60 años, Adriana Roel rememora: “Desde niña me pensaba como actriz, pero era mi secreto. Tuve la fortuna de conocer a un camarógrafo bastante mayor, Hugo Moctezuma, quien me dijo: ‘Tú tienes que ser actriz, tienes que buscar a Seki Sano’. Y empecé a buscarlo”.
Pasó la prueba de admisión con Salvador Novo en la Escuela Nacional de Arte Teatral del INBA para encontrar a Seki Sano. Entre risas, cuenta que se metió de escondidas a su salón, pero Sano se dio cuenta y la sacó. “Volví a meterme con ayuda de mis compañeros y me volvió a sacar, pero a la tercera, ya no me dijo nada”.
Sano vio algo en su joven estudiante, a quien invitó a participar en el montaje de Los frutos caídos, de Luisa Josefina Hernández. “Trabajé nada menos que con María Douglas, mujer sensacional, una gran compañera actriz. Era mi primer papel profesional, y me dijo: ‘Tienes que estar a mi altura, ¿eh?’ Realmente fue una experiencia maravillosa”.
Roel ha participado en más de 50 obras con directores como Sano, Dimitrios Sarrás, José Solé, José Luis Ibáñez, Julio Castillo y muchos otros. Ha actuado en unas 40 telenovelas y más de 50 películas. Ganadora de dos Arieles como mejor actriz, también ha sido directora, adaptadora, productora y maestra de teatro.
Por su labor de 60 años, el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Teatral Rodolfo Usigli del INBA le rinde homenaje. Hoy, a las 13:00 en el Aula Magna José Vasconcelos del Centro Nacional de las Artes, se reunirá con Beatriz Martínez, Luz María Meza, Roberto D’Amico, Gabriel Pascal y Enrique Singer para charlar sobre su trayectoria. A las 14:30, en la Galería Juan Soriano, inaugurará la exposición Adriana Roel: mi vida en el teatro. Seis décadas en el escenario, de Los frutos caídos a Ilusiones. Háblenos de sus maestros. Seki Sano era encantador, tenía un carácter muy duro, pero era un maestro excelente. Fernando Wagner también fue muy importante para mí, como Dimitrios Sarrás, maestro excepcional. Tuve grandes experiencias con José Solé, quien me dirigió en tres obras; en Juego de reinas Pepe Gálvez era Enrique VIII, y las reinas éramos Ofelia Guilmáin, Meche Pascual, Virginia Gutiérrez, Patricia Morán, Georgina Barragán y yo. Ha trabajado intermitentemente en el teatro. He trabajado en las cuatro épocas de la Compañía Nacional de Teatro, desde la primera. Entonces yo era la dama joven, Anita Blanch la primera actriz y le seguían Rita Macedo, José Elías Moreno y varios compañeros. Entre las obras que hicimos recuerdo El rinoceronte, de Eugène Ionesco, y La posadera, de Carlo Goldoni. Luego trabajé fuera de la compañía, pero también en Bellas Artes, en Todos eran mis hijos, de Arthur Miller, dirigida por Seki Sano. ¿Cómo ha cambiado el teatro? Mucho. Los jóvenes actores no aceptan una teoría, un sistema de actuación exigente, rígido; quieren más libertad, y en esta también hay la búsqueda. Hay actores jóvenes muy buenos, con talento, pero es en otra forma. Varios tienen problemas de dicción. ¡Qué bueno que lo dice! Sarrás justamente dividía los lenguajes del actor en tres: el interior —pensamientos y sentimientos—, el visual —expresión corporal— y el vocal. Sarrás le daba al vocal una importancia especial. El único otro maestro que conocí en ese sentido fue Héctor Mendoza: se preocupaba por ciertas cosas de la voz para que sirviera al actor para expresar emociones, motivos, todos los pensamientos ocultos que no se dicen. ¿Qué es para usted la actuación? Es mi forma de expresión de vida. Es un arte cuando está bien hecha. El canto se convierte en un arte cuando está bien hecho, o el baile, el tocar un instrumento o lo que sea. m