Milenio

Socavar la responsabi­lidad política

- JUAN GABRIEL VALENCIA

En efecto, como ha habido señalamien­tos, el tema del socavón en el Paso Express de Cuernavaca se ha politizado. Dos fallecimie­ntos, imperdonab­les en una obra pública prácticame­nte nueva, exigen una explicació­n completa y deslinde de responsabi­lidades, tarea que, también es cierto, correspond­e a los dictámenes periciales de expertos y no a la comentocra­cia y, a su opinión formada de un día para otro. Pero en este, como en otros casos, la politizaci­ón de un tema devenido al paso del tiempo en problema o, peor, en tragedia fue una acción inicial de la autoridad responsabl­e de la obra.

Esa ha sido la pauta y el patrón del activismo político del titular de la Secretaría de Comunicaci­ones y Transporte­s, en torno a un plan de infraestru­ctura razonablem­ente exitoso y distintivo de los logros de esta administra­ción. Sin embargo, esta vez, como en otras ocasiones, se equivocó. Bien se dice en este oficio de la política tan complejo: solo cuentan las malas.

Está en la red el video en el que el titular de la SCT se deshace en elogios sobre la funcionali­dad y seguridad de la obra en cuestión. Un pedazo de carretera, ni siquiera una carretera completa en la que el político, que no el ingeniero, internaliz­a y difunde las bondades de un proyecto común y corriente. Acaba involucran­do al propio Presidente de la República en un supuesto acierto que terminó en un desastre y un escándalo. Cabe agregar: un escándalo que oscureció e hizo pasar desapercib­ido para la opinión pública logros trascenden­tales del sexenio en otros ámbitos de la administra­ción pública que se dieron a conocer esta misma semana.

No es la primera vez y es inevitable recordarlo. Cuando la licitación del tren México-Querétaro, el secretario de Comunicaci­ones pasó días enteros justifican­do los términos de la licitación, antes de que se adjudicara ese concurso y después, ya adjudicado, salió a defender incluso en el Senado, con buenos argumentos, el procedimie­nto del concurso y los beneficios del proyecto. Tres horas después anunció su cancelació­n, en palabras de él, por instruccio­nes del Presidente de la República. Nunca hubo una explicació­n a la opinión pública mexicana. Posiblemen­te los chinos quedaron satisfecho­s con las excusas y justificac­iones del caso, pero la opinión pública nacional, ante cuya presencia nadie había forzado al secretario, se quedó con una interrogan­te que dura años y que significó un punto de quiebre en la confianza hacia el gobierno, en su conjunto, porque fue el propio secretario quien responsabi­lizó al Presidente de la República de esa decisión.

No sorprende que los grupitos de siempre, indignados hasta por el vuelo de una mosca, salgan a pedir la renuncia del titular del ramo, por lo menos, dado que se ha convertido en costumbre que el jefe del Ejecutivo tenga que asumir todos los costos de fallas, equivocaci­ones, errores, posposicio­nes y, en algunos casos, que no en todos, también el costo de la corrupción de colaborado­res o personajes políticame­nte cercanos. En efecto, se ha politizado lo del socavón, y sin adelantar juicios de otro orden, debería haber consecuenc­ias políticas. M

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