Socavar la responsabilidad política
En efecto, como ha habido señalamientos, el tema del socavón en el Paso Express de Cuernavaca se ha politizado. Dos fallecimientos, imperdonables en una obra pública prácticamente nueva, exigen una explicación completa y deslinde de responsabilidades, tarea que, también es cierto, corresponde a los dictámenes periciales de expertos y no a la comentocracia y, a su opinión formada de un día para otro. Pero en este, como en otros casos, la politización de un tema devenido al paso del tiempo en problema o, peor, en tragedia fue una acción inicial de la autoridad responsable de la obra.
Esa ha sido la pauta y el patrón del activismo político del titular de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, en torno a un plan de infraestructura razonablemente exitoso y distintivo de los logros de esta administración. Sin embargo, esta vez, como en otras ocasiones, se equivocó. Bien se dice en este oficio de la política tan complejo: solo cuentan las malas.
Está en la red el video en el que el titular de la SCT se deshace en elogios sobre la funcionalidad y seguridad de la obra en cuestión. Un pedazo de carretera, ni siquiera una carretera completa en la que el político, que no el ingeniero, internaliza y difunde las bondades de un proyecto común y corriente. Acaba involucrando al propio Presidente de la República en un supuesto acierto que terminó en un desastre y un escándalo. Cabe agregar: un escándalo que oscureció e hizo pasar desapercibido para la opinión pública logros trascendentales del sexenio en otros ámbitos de la administración pública que se dieron a conocer esta misma semana.
No es la primera vez y es inevitable recordarlo. Cuando la licitación del tren México-Querétaro, el secretario de Comunicaciones pasó días enteros justificando los términos de la licitación, antes de que se adjudicara ese concurso y después, ya adjudicado, salió a defender incluso en el Senado, con buenos argumentos, el procedimiento del concurso y los beneficios del proyecto. Tres horas después anunció su cancelación, en palabras de él, por instrucciones del Presidente de la República. Nunca hubo una explicación a la opinión pública mexicana. Posiblemente los chinos quedaron satisfechos con las excusas y justificaciones del caso, pero la opinión pública nacional, ante cuya presencia nadie había forzado al secretario, se quedó con una interrogante que dura años y que significó un punto de quiebre en la confianza hacia el gobierno, en su conjunto, porque fue el propio secretario quien responsabilizó al Presidente de la República de esa decisión.
No sorprende que los grupitos de siempre, indignados hasta por el vuelo de una mosca, salgan a pedir la renuncia del titular del ramo, por lo menos, dado que se ha convertido en costumbre que el jefe del Ejecutivo tenga que asumir todos los costos de fallas, equivocaciones, errores, posposiciones y, en algunos casos, que no en todos, también el costo de la corrupción de colaboradores o personajes políticamente cercanos. En efecto, se ha politizado lo del socavón, y sin adelantar juicios de otro orden, debería haber consecuencias políticas. M