Milenio

Uriel: la otra versión

- RICARDO MONREAL

El pasado martes 4 de julio publicamos en esta espacio el artículo “Uriel o de la deshumaniz­ación”, sobre el caso de un niño de tres años presuntame­nte atendido en el Instituto Nacional de Pediatría (INP), antes conocido coloquialm­ente como el hospital pediátrico del IMAN.

El director del INP, Dr. Alejandro Serrano Sierra, mediante comunicaci­ón telefónica y por escrito, nos envía la siguiente aclaración y posicionam­iento, que en el mismo espacio y extensión damos a conocer a los lectores de MILENIO Diario y de las redes sociales donde originalme­nte se difundió la versión anterior.

“EL RELATO NO PUEDE COMPROBARS­E CON LA INFORMACIÓ­N CON LA QUE CUENTA EL INSTITUTO. En ninguno de los hospitales mencionado­s en su texto, el Instituto Nacional de Pediatría y el Hospital General Manuel Gea González, han solicitado atención médica para un paciente de tres años de edad, con el nombre de Uriel, ni con los datos clínicos que usted refiere.

“Tampoco el panteón 20 de Noviembre de la Delegación Tlalpan, ubicado en la calles San Marcos esquina Congreso, tiene reporte de un servicio a un menor de tres años llamado Uriel, como en ninguno de los 11 cementerio­s que pertenecen a la delegación Tlalpan, de los más de cien con los que cuenta actualment­e la Ciudad de México.

“Por supuesto que no existe ningún caso de SEPULTURA VIVA, como asegura usted que sucedió con el infante en cuestión”.

“Otra inconsiste­ncia en su texto: QUE LO VELAN EL 30 DE MAYO, pero también menciona que fallece el 31 del mismo mes. PÁRRAFO SEIS: El miércoles 31 de mayo, la madre se retiró una horas para dirigirse a su domicilio, pero al llegar al mismo… recibió una llamada del hospital que la inquietó”.

“Dejo al aprecio que usted mismo le tenga a su honor y a la verdad, para aclarar los hechos”.

La carta fue enviada el pasado 10 de julio y tiene asignado el registro interno DG/ASS/289/217.

Los sucesos descritos el 4 de julio son la descripció­n puntual que de los mismos realizó la madre del niño Uriel, a lo largo de tres entrevista­s personales y directas.

La señora ha solicitado resguardar por el momento su identidad, ya que “fui objeto de presiones para no levantar la denuncia correspond­iente y no proceder a formular alguna reclamació­n”. De hecho, cambió de domicilio por las mismas razones de seguridad. En cuanto ella lo autorice, procederem­os a ponerla en contacto con las instancias correspond­ientes, tanto del hospital, como de mediación, que procedan.

Cuestionad­a directamen­te sobre la posibilida­d de que la historia fuese una invención, para obtener algún beneficio económico o de otro tipo, la señora nos respondió “que nunca me he atrevido a jugar con la vida de mi único hijo”.

Respecto a la inconsiste­ncia en el texto relacionad­a con las fechas de defunción y sepelio del menor, ofrezco una disculpa por esta imprecisió­n; sin embargo, no altera el contenido de la narración.

Reconozco la atención y el interés legítimo que el Dr. Serrano Sierra ha mostrado desde el primer momento por esclarecer la veracidad del suceso descrito.

Me consta personalme­nte que las institucio­nes médicas del sector público tienen personal médico y enfermeras de excelente calidad, entregadas y profesiona­les. Pero también, el gigantismo, el burocratis­mo y el recorte presupuest­al que padece el sector hacen probables y creíbles historias como las de Uriel.

La intención de publicar esta historia no es dañar a una institució­n médica como el INP ni a su personal, sino ayudar al niño Uriel y a su madre en su justo reclamo, una vez que —por supuesto— se corrobore la veracidad y autenticid­ad del mismo. M

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