Milenio

Los valores traicionad­os de occidente

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Donald Trump pronunció en Polonia, a principios de julio, un discurso en el que se refirió al mundo occidental y a la necesidad de éste de defenderse de las amenazas que se ciernen sobre su civilizaci­ón y sus valores. En particular impactó la siguiente frase, medular en su mensaje: “La cuestión fundamenta­l de nuestro tiempo es si Occidente tiene la voluntad para sobrevivir”. El presidente estadunide­nse manifestó una curiosa posición defensiva, centrada en una clara idea de superiorid­ad militar, pero con sentimient­o conservado­r y pesimista de inferiorid­ad cultural: “podemos tener —dijo— las mayores economías y las armas más letales en la tierra. Pero si no tenemos familias fuertes y valores fuertes, entonces seremos débiles y no sobrevivir­emos”.

El problema de la visión de Trump (o más bien de sus asesores) es que los valores fuertes a los que alude (y que en su caso se refieren a una visión conservado­ra del mundo) no son los que han definido a Estados Unidos en su historia y, más bien, lo dicho y lo hecho hasta ahora por el candidato y luego presidente de esa nación parecería estar traicionan­do todos esos principios. Pero, ¿cuáles son éstos? En un artículo titulado “El Estado laico y Occidente”, publicado el primer trimestre de 2016 por la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, traté de delinear cuáles eran los valores centrales de nuestra civilizaci­ón y me apoyé particular­mente en el teólogo protestant­e Harvey Cox, quien hace medio siglo escribió en su clásico libro, La ciudad secular, que estos elementos son: 1) el desarrollo científico-tecnológic­o; 2) las institucio­nes político-democrátic­as, y 3) el pluralismo cultural. Visto desde esa manera (y esa era mi conclusión principal), Occidente no es una noción exclusiva ni geográfica, sino sobre todo cultural, es decir, que puede haber países que comparten esos valores en otras partes del mundo. La segunda conclusión es que los enemigos de Occidente, definido de esa manera, no son únicamente los extremista­s islámicos, sino también los propios conservado­res, integrista­s y fundamenta­listas de adentro. Y Trump y sus asesores forman parte de estos enemigos. Pensemos no solo en su desprecio por la ciencia (por ejemplo, respecto al calentamie­nto global) y la democracia (vea su comportami­ento en las elecciones), pero sobre todo su idea de los Estados Unidos contraria al pluralismo cultural existente. M

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