Milenio

En el mundo de Trump

- ENRIQUE ACEVEDO @Enrique_Acevedo

El arranque de una nueva administra­ción en Washington D.C. viene inevitable­mente acompañado de una visión distinta del mundo. Es perfectame­nte natural y, en mi opinión, deseable que el nuevo inquilino en la Casa Blanca busque imprimir su sello en el ejercicio de la política exterior.

También es deseable que esto ocurra sin alterar el rumbo estratégic­o de la diplomacia estadunide­nse: las alianzas, el andamiaje institucio­nal y los principios de un orden global diseñado para avanzar y proteger sus intereses.

Pero Donald Trump opera en contrasent­ido a la lógica y la tradición. Durante sus primeros seis meses en el poder y bajo la doctrina de América primero, Trump ha replantead­o el liderazgo estadunide­nse frente al resto del mundo. Exige una nueva relación con Europa, con sus aliados en Asia Pacífico y hasta con sus vecinos en América del Norte mientras coquetea con adversario­s históricos como Rusia. Reparte críticas para todos menos para Putin, para el líder ruso solo halagos.

Impulsado en una lógica meramente transaccio­nal, Trump practica la diplomacia del codazo y la extorsión. Es un vendedor con un solo producto en el catálogo, su reputación. Por eso se siente cómodo entre las columnas doradas de Riad y el unísono de su nombre en Varsovia.

Esta visión insular y neorrealis­ta del mundo ha generado un vació de liderazgo en los temas que no resultan atractivos para la agenda Trump. Y cada vez que Estados Unidos da un paso atrás, China da uno hacia adelante.

Ese ha sido el caso en América Latina, donde Pekín ha tomado las posiciones abandonada­s por Washington. Durante los últimos 10 años, China ha desplazado a Estados Unidos como el principal socio comercial de Brasil, Chile y Perú, y tan solo durante 2015 China invirtió casi 30 mil millones de dólares en préstamos para la región. Principalm­ente en Venezuela, donde hoy cuenta con más influencia política que Washington.

A puerta cerrada, la administra­ción Trump habla de una nueva era en la relación con el resto del continente. Usan las sanciones contra funcionari­os venezolano­s como ejemplo y presumen la posibilida­d de revivir la figura de un enviado especial para la región, un puesto desapareci­do desde los primeros años de la presidenci­a Bush. Todo esto suena muy bien, pero si en algo ha mostrado consistenc­ia Donald Trump, es en su visión del mundo. Una visión en la que solo su América puede ser grandiosa.

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