En el mundo de Trump
El arranque de una nueva administración en Washington D.C. viene inevitablemente acompañado de una visión distinta del mundo. Es perfectamente natural y, en mi opinión, deseable que el nuevo inquilino en la Casa Blanca busque imprimir su sello en el ejercicio de la política exterior.
También es deseable que esto ocurra sin alterar el rumbo estratégico de la diplomacia estadunidense: las alianzas, el andamiaje institucional y los principios de un orden global diseñado para avanzar y proteger sus intereses.
Pero Donald Trump opera en contrasentido a la lógica y la tradición. Durante sus primeros seis meses en el poder y bajo la doctrina de América primero, Trump ha replanteado el liderazgo estadunidense frente al resto del mundo. Exige una nueva relación con Europa, con sus aliados en Asia Pacífico y hasta con sus vecinos en América del Norte mientras coquetea con adversarios históricos como Rusia. Reparte críticas para todos menos para Putin, para el líder ruso solo halagos.
Impulsado en una lógica meramente transaccional, Trump practica la diplomacia del codazo y la extorsión. Es un vendedor con un solo producto en el catálogo, su reputación. Por eso se siente cómodo entre las columnas doradas de Riad y el unísono de su nombre en Varsovia.
Esta visión insular y neorrealista del mundo ha generado un vació de liderazgo en los temas que no resultan atractivos para la agenda Trump. Y cada vez que Estados Unidos da un paso atrás, China da uno hacia adelante.
Ese ha sido el caso en América Latina, donde Pekín ha tomado las posiciones abandonadas por Washington. Durante los últimos 10 años, China ha desplazado a Estados Unidos como el principal socio comercial de Brasil, Chile y Perú, y tan solo durante 2015 China invirtió casi 30 mil millones de dólares en préstamos para la región. Principalmente en Venezuela, donde hoy cuenta con más influencia política que Washington.
A puerta cerrada, la administración Trump habla de una nueva era en la relación con el resto del continente. Usan las sanciones contra funcionarios venezolanos como ejemplo y presumen la posibilidad de revivir la figura de un enviado especial para la región, un puesto desaparecido desde los primeros años de la presidencia Bush. Todo esto suena muy bien, pero si en algo ha mostrado consistencia Donald Trump, es en su visión del mundo. Una visión en la que solo su América puede ser grandiosa.