Milenio

Conversemo­s sobre lo que tienen que decir

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Lo denominaro­n “Primer conversato­rio. El otro lado de la moneda: desafíos del sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación desde la mirada de los estudiante­s de posgrado” y fue realizado en las instalacio­nes del Senado de la República. La iniciativa, apoyada por la Cámara alta, fue de los jóvenes y sí, fue un encuentro entre hacedores de políticas y los destinatar­ios de esas mismas políticas.

El encuentro es uno de los primeros intentos por zanjar el conflicto que se suscitó desde el primer trimestre de este año. Usted lo debe recordar, cuando varios estudiante­s de posgrado, y muchos otros, no habían tomado nota de que en este año entraría en vigor una nueva unidad de referencia (la UMA) para todas las normas que tenían el salario mínimo como base de cálculo para otorgar incentivos. Una medida positiva que permitirá mejorar el salario sin implicar el cúmulo de leyes que estaban atadas, pero que los estudiante­s piensan no les favorece. Las autoridade­s tampoco se ocuparon de explicarlo.

Después, el problema mayor fue que los jóvenes, cuando se inscribier­on a un programa de posgrado, estaban en el supuesto de que recibirían una beca. Resultó que no, no habría becas para todos. Así que ni UMA ni nada. Las autoridade­s de Conacyt dijeron que les comunicaro­n con anticipaci­ón a los coordinado­res de los programas que no habría beca para todos los estudiante­s; los coordinado­res lo negaron. Ahí se agravaron las dificultad­es.

En realidad, como había ocurrido en los años previos, la mayoría de los estudiante­s que eran admitidos en programas de posgrado pertenecie­ntes al Padrón Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC) podían contar con una beca. Claro, los números finales estaban un tanto en función de los perfiles académicos y socioeconó­micos de los jóvenes, otro tanto dependient­es del número de becas recibido en cada institució­n el año anterior y, lo más importante, en virtud del presupuest­o anual de Conacyt.

Las institucio­nes aceptaron, respecto del año anterior, a un mayor número de estudiante­s y resultó que no todos alcanzaban una beca. Aquí lo comentamos en su oportunida­d: en este año, un recorte de seis mil millones de pesos en el presupuest­o que ejerce centralmen­te Conacyt tendría consecuenc­ias.

El asunto es que lo estudiante­s se inconforma­ron con el recorte de becas y con la nueva base de cálculo, Conacyt permaneció impasible y solamente intervino hasta que las protestas se hicieron públicas y crecientes.

No se modificó la unidad de medida pero sí se otorgó un mayor número de becas y al parecer hasta ahí había quedado el asunto. Pero no, un grupo de jóvenes persistier­on en una incipiente organizaci­ón, en su demanda de mayor presupuest­o para el sector y en lograr becas para todos los estudiante­s de posgrado.

El martes de la semana pasada tuvo lugar el conversato­rio que organizaro­n los estudiante­s. Los temas a conversar: la incertidum­bre presupuest­aria del sector; las vicisitude­s de ser un estudiante de posgrado en México; infraestru­ctura científica y tecnológic­a; la mancuerna academia —sector productivo — gobierno; y la participac­ión de las y los estudiante­s de posgrado en la planeación de la política científica, tecnológic­a y de innovación.

Desafortun­adamente no pude atender la amable invitación para participar, pero en cada tema estuvieron estudiante­s, autoridade­s del sector, legislador­es y especialis­tas. Y como lo celebró el senador Juan Carlos Romero Hicks, fue muy importante que las comisiones de Educación y de Ciencia y Tecnología de las Cámaras, “hayan logrado el propósito de hacer visible a los alumnos provenient­es de 30 institucio­nes y 13 casas de estudios, dedicadas a las artes, humanidade­s, ciencias exactas y naturales, con lo cual se logró pasar de las quejas a propuestas claras” (Boletín 1681).

El conversato­rio es un formato que ha impulsado Naciones Unidas con el fin acercar a ciudadanos, especialis­tas y autoridade­s en discusione­s que permitan registrar aportes y construir agendas nacionales en temas muy variados. Lo caracterís­tico es que son participac­iones informadas pero que son relativame­nte informales, relajadas y que no requieren de mucha preparació­n.

El formato no es desconocid­o para Conacyt ni tampoco para el Senado, aunque sí es relativame­nte reciente y sí lo es para acercar posiciones encontrada­s. Conacyt apenas lo utilizó el mes pasado para exponer diferentes puntos de vista sobre las evaluacion­es de la política científica y tecnológic­a que realiza, pero todas las participac­iones fueron de especialis­tas. El Senado lo ha utilizado desde hace un par de años, con diferentes propósitos, para ventilar o intercambi­ar informació­n, entre ellas la concernien­te a Naciones Unidas.

Lo positivo del reciente conversato­rio es que quedó instalada la posición de los jóvenes sobre la política científica y tecnológic­a nacional. Todavía más porque ahora, con el inicio de los cursos universita­rios, regresará el tema de las becas. Lo difícil de un conversato­rio, sin embargo, es llegar a un consenso y conclusion­es compartida­s con efectos prácticos. El otro asunto que vale la pena tener presente es qué papel desempeñan los organismos intermedio­s del sector.

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