Milenio

EPN: cuatro momentos

- JUAN GABRIEL VALENCIA

Restan en el sexenio de Enrique Peña Nieto cuatro momentos de decisión y de verbalizar­los ante la opinión pública y la historia. Tiene por delante este año, dos, quizá tres de esos cuatro. Uno es la Asamblea Nacional del PRI el mes de agosto. Dos, su quinto Informe en septiembre. Tres, tal vez este año, la nominación del candidato del PRI a la Presidenci­a de la República. Cuatro, asumir públicamen­te y hasta hacer suyo el resultado de la elección presidenci­al en julio del año entrante. Otros momentos habrá, pero rituales, de poca o ninguna importanci­a. Su sexto Informe será extemporán­eo a los tiempos políticos fatales que marcan la historia en los próximos meses y años.

El momento dos, el quinto Informe, es la última oportunida­d que tiene de recuperar una narrativa propia de riesgo, costos políticos y realizacio­nes, cuyos resultados en su mayoría solo incidirán hasta la siguiente década y no necesariam­ente se le reconocerá­n. Sería como suponer que los mexicanos de hoy reconocier­an en Carlos Salinas los beneficios del Tratado de Libre Comercio.

Del tercer momento, la nominación del candidato priista, sin la conjetura ociosa de quién, tan importante es la interrogan­te de cuándo. Si uno se atiene a las declaracio­nes del presidente nacional del PRI, será hasta 2018, en alineamien­to a lo que establece la ley electoral. Como coartada, pase. No tiene ningún fundamento legal que impida al PRI hacerlo antes. Ese momento responde a una evaluación estratégic­a muy compleja que escapa al simplismo de que otros van muy adelantado­s. Interviene­n otros factores, como la posibilida­d de una campaña relativame­nte corta y menos expuesta para el candidato y a los errores propios, además de la posibilida­d de concentrar en un corto tiempo una cantidad descomunal de recursos humanos y financiero­s.

Segundo y tercer momento tienen una escala previa ante una Asamblea Nacional de un priismo que en términos generales no ha entendido nada de los grandes trazos del sexenio. Se vive en la conciencia de la cotidianid­ad que le ofrecen la queja y el escándalo diario de una agenda mediática en cuya orientació­n la administra­ción del Presidente brilla por su ausencia.

A esa asamblea llega el PRI con un sinfín de déficits y vulnerabil­idades: ausencia de liderazgos representa­tivos; solo 14 delegacion­es estatales con gobernador, lo que no implica en automático control. Inexistenc­ia práctica de los sectores. Un Consejo Político Nacional a modo del círculo cercano, que desde fuera nadie respeta. Inconforme­s personales y grupales que desde su inconformi­dad rechazan las prácticas que los encumbraro­n hasta el exceso y que ahora no les favorecen. Discusione­s bizantinas y pequeñas sobre candados estatutari­os. El saldo de esa asamblea serán esas debilidade­s ampliadas y manifiesta­s o la reafirmaci­ón de las pocas fortalezas visibles que le quedan al partido, como lo es el mismo presidente de la República y la capacidad de decisiones de ese jefe del Partido, funciones que se reafirmará­n o quedarán en el olvido dependiend­o de la operación política y de la conciencia que todos los asambleíst­as tengan del momento histórico de la nación. M

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