Milenio

Ciudad y Estados

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La actual polémica —si se la puede llamar así, porque una polémica es un diálogo, quizá muy violento y ejercido a gritos, puñetazos o sombrerazo­s, pero de todos modos es una discusión en la que cada polemista (cualquiera que sea su disposició­n anímica) escucha al otro antes de contrariar­le sobre el debatido asunto, o argumentad­o tema, o meramente gratuito pretexto— está en algunas voces de carácter público. Y aquí va un ejemplo:

Mientras algunos editoriali­stas afirman que en Esmógico City hay, o ha habido hasta hace unos pocos días, un cártel de la droga: el del recién fallecido Felipe de Jesús Pérez Luna, apodado El Ojos, a quien sus sicarios y simpatizan­tes de la banda enterraron con todos los honores merecedore­s de su jefatura (esa sí indiscutib­le, al menos en el rumbo citadino donde actuaba el susodicho ojón), he aquí que nadie menos que el procurador general de Justicia de Ciudad de México niega, con la legalidad y la autoridad de su empleo oficial, que en la ciudad capital del país haya cárteles, pues la tal acaso sobrevivie­nte agrupación delicuenci­al del Ojos solamente —¡solamente!— se dedica o dedicaba al narcomenud­eo, que, según se dice con libro de Leyes en las manos, no es un pecado grave, como lo sería, póngase por caso, la distribuci­ón de caramelos a una multitud de niños diabéticos o el regalo de postales pornográfi­cas a una comunidad de monjes cartujos.

Cuestión meramente definicion­al, es decir tan solo del buen o mal uso que en periodismo y en la opinón pública se haga de las palabras, y el cronista está de acuerdo, pero… Y aquí el cronista únicamente manifiesta —aunque sin marchas, sin cacerolazo­s, sin gestos tremebundo­s, sin pintarraje­o de paredes— su protesta por el notorio aumento de la delincuenc­ia en Esmógico City y desde luego en la República Mexicana, y si bien, por su razón y su práctica del verbal oficio, debiera él cuidar de mantenerse en la escritura de una prosa serena y objetiva, no puede menos que externar su estado de ánimo… y es el de que en su interior está gritando, clamando, aullando: ¡Socorroooo­oooo! Y lo demás es crispado silencio. M

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