“En la empresa me dejaron sola”
Me encantan los discursos de quienes se quejan de las redes sociales y urgen a la autoridad para que las sobrerregule como al INE o la Fiscalía Anticorrupción, que entre más reglamentos tienen más pendejas se ponen, dicho sea con todo respeto.
Sobre todo cuando más allá de los abusos y trolleos, amenazas y rudezas innecesarias, las redes se han convertido en fuente de entretenimiento, información, quejas y denuncias. Las más recientes son las hechas por los usuarios del Metro de la Ciudad de México, poniendo al desnudo el nivel de deterioro de sus instalaciones (una cortina de humo, no como las que quiere hacer Ruin Esparza repartiendo regaños a diestra y siniestra sin ver que es la ocasión de lo mismo que culpáis), que parecen más descuidadas y descompuestas que las elecciones en el Edomex y Coahuila.
Lo mejor del affaire del Metro es que sus autoridades, el líder sindical y el dotor Mancera reaccionaron igual que con el cártel de Tláhuac: diciendo que en efecto el asunto está del nabo, que hay una larga historia de descuidos, abandonos y valemadrismo (lo normal, lo usual, lo procedente cada vez que el gobierno exige que se desaten los aumentos en las tarifas), pero que no se preocupen, que todo está bajo control. Que de la misma manera en que no hay cárteles sino narcomenudeo, en el Metro no hay socavones sino el milagro de la reproducción de los cortocircuitos.
Encantador cuando, sin el menor asomo de pudor, el director del Metro, Jorge Gaviño, apuntaló su optimismo sobre el futuro del sistema de transporte al declarar que ya mandaron pedir los vagones, refacciones y demás minucias para mejorar el servicio para que las personas no acaben caminado cual espectros entre las vías, pero tardarán de dos a tres años en llegar si bien nos va.
Eso nos da una gran confianza en las instituciones, como pediría Osorio Chong, para lo que viene siendo la planeación de un gran gobierno. Igualito a lo que pasa con la Línea 7 del Metrobús, que ha sido tan polémica, y cuyas unidades muy londinenses no están diseñadas para que personas de más de 1.70 metros quepan paradas. Deben creer que todos somos hobbits. Me siento como la sobrecargo Karen Isabel Rodríguez, acosada por el capitán Daniel Vázquez, que es un gran admirador de Los Porkys duartianos, y satanizada por Interjet: “En la empresa me dejaron sola”.
Amigos en el bien y el mal, por causas de fuerza mayor tomaré unos días de vacaciones antes de que la SCT se acabe la patria. Por su comprensión, gracias. M