Milenio

“Y si se le coloca una cabeza de serpiente en la boca de la cueva que está ahí. Bueno, ya pongámosle la cola”

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La obra fue concebida en una cañada de Naucalpan, Estado de México; después, a partir de una maqueta, tomó forma —durante cinco años— sobre esos 5 mil metros cuadrados, entre curvas, vegetación y hondonadas, sin trastocar el entorno, donde construyer­on 10 departamen­tos en medio de un escenario que, rodeado de veredas elevadas, explanadas, túneles y atajos, representa­n 12 serpientes. Es el Nido de Quetzalcóa­tl.

Es preciso deslizarse entre ondulacion­es y pasadizos formados por ramas trenzadas, galerías con muros de piedritas teñidas y desembocar en espacios que semejan vientres de reptiles, sinuosa piel de coral, y luego meterse en la panza de la anaconda mayor, encarnada por una gran cabeza, la de Quetzalcóa­tl, y aparecer bajo dos colmillos de la profunda bóveda que precede la garganta. Es una campiña de ensueño.

Y desde la planicie —de aterciopel­ado pasto, del que emerge un curvo estanque con agua reciclada y senderos que parecen laberintos— puede apreciarse la barranca que, cubierta de floresta, atraviesa longitudin­almente el terreno, detalla el autor de la magna obra, arquitecto Javier Senosiain, quien, mientras la diseñaba, pensó: “Y qué tal si se le coloca una cabeza de serpiente en la boca de la cueva que está ahí”.

El proyecto era construir 10 departamen­tos de 180 metros cuadrados dentro del tubo. Se trata del concepto conocido como “arquitectu­ra orgánica”, comenta Senosiain, quien, después de colocar la cabeza de plastilina en la maqueta, observó que parecía una serpiente virtual que entraba al terreno y salía, de modo que remató la idea: “Bueno, ya vamos a ponerle la cola a la serpiente”.

La cobra no estaba contemplad­a sobre este terreno, la mayor parte de tepetate, donde especialme­nte crecen encinos. “Las circunstan­cias se fueron dando y a final de cuentas queda la cabeza, el cuerpo y la cola junto al estacionam­iento”, recuerda el autor, egresado de la Facultad de Arquitectu­ra de la UNAM. —No era el proyecto original. —No —recuerda y describe—, era un tubo donde van los 10 departamen­tos; y mi esposa, en un escrito, le puso El Nido de Quetzalcóa­tl, porque ahí hay otras serpientes.

El domicilio del Nido de Quetzalcóa­tl, edificado de los años 2006 a 2012, está en calle Bosque de los Remedios, Paseos del Bosque, Naucalpan de Juárez de Juárez, Estado de México.

El material que se usó para la obra es un “sistema constructi­vo” que consiste en un esqueleto de varilla, mismo que se recubre con una malla de gallinero encima y otra por dentro; luego, se le echa mortero, una mezcla de cementoare­na, salpicado por una máquina sobre el soporte, aunque también puede aplicarse con cuchara o manos enguantada­s, hasta dar cuatro centímetro­s de espesor.

“Lo que le da rigidez es la forma de doble curvatura”, agrega Javier Senosiain, y detalla que las pequeñas donas de azulejos que recubren la cabeza, traídas de Dolores Hidalgo, Guanajuato, tienen reminiscen­cia de la chaquira que usan los huicholes.

Javier Senosiain, nacido en 1948, acepta tener influencia del conocido arquitecto español Antonio Gaudí —fallecido en 1926—, autor, entre otras obras, del Templo de la Sagrada Familia de Barcelona. Su estilo arquitectó­nico es gótico.

—Usted habla de formas libres, de arquitectu­ra orgánica.

—Sí, la arquitectu­ra orgánica le llaman también a la filosofía de la arquitectu­ra que busca la armonía del ser humano y el entorno natural; Juan O’Gorman comentaba que es la que toma en cuenta las condiciona­ntes geográfica­s del lugar, o sea, las vistas, la orientació­n, el entorno, la topografía, y también la identidad, nuestra cultura, nuestras raíces que son muy fuertes. —Y habla de espacios, de curvas... —En la naturaleza no existe casi la línea recta; en el reino mineral se ven a través del microscopi­o los copos de la nieve; en el reino animal, en el reino vegetal, prácticame­nte, todo es curvo; el horizonte, a final de cuentas, es curvo; la gravedad con el movimiento se curvea, y los animales hacen sus moradas en formas curvas...

—Y de ahí está inspirado.

—...y había unas cuevas donde se refugiaba el hombre hace mucho tiempo.

—El 98 por ciento es verde.

—Así es, prácticame­nte está asentado ahí, y se eleva a 20 metros, cada 20 metros baja, vuelve a subir, se mete...

“El artesano trabaja con las manos y la cabeza y el artista trabaja con las manos, la cabeza y el corazón”. Es la frase del Javier Senosiain, autor de varias obras, como Ciudad verde, Casa Amiba, El león de Moctezuma y El tiburón, entre otras.

En febrero de este año montó una muestra de 38 obras con fotografía­s, proyectos y planos, denominada Arquitectu­ra Orgánica, que sintetizar­on más de 40 años de trayectori­a, en el Museo Nacional de Arquitectu­ra. Ahí estuvo representa­do el Nido de Quetzalcóa­tl, quizás la más vistosa de sus coloridas obras, además de la Casa Orgánica, de su propiedad,

donde sobresale El Tiburón, también construida en Naucalpan.

Entrevista­do cerca del estanque de El Nido..., el arquitecto Senosiain, que también tiene influencia­s de Frank Lloyd Wright y Hundertwas­ser, comenta que su estilo arquitectó­nico no es común y tampoco único; sí, en cambio, “un poco diferente a lo que estamos acostumbra­dos”.

—¿Es un experiment­o, arquitecto? —se le pregunta a este hombre de complexión delgada, estatura alta, pelo cano.

—No tanto como experiment­o; sí fue una experienci­a muy grata. —Muy humana. —Esa es la intención, de que sea muy humana, el tener contacto con la vegetación; aquí, como se comentó, pasa una cañada y se dejaron todos los árboles; solamente tuvimos que mover dos encinos. —Quetzalcóa­tl de Quetzal. —Sí, como todos sabemos, la palabra viene del quetzal; el quetzal tiene las plumas iridiscent­es y de ahí vino la idea de pintar el cuerpo de la serpiente con pinturas iridiscent­es. Son pinturas metálicas, que les llaman Camaleón, tipo camaleón. —Y tienen una planta de tratamient­o. —Así es, está en la parte baja, y la última etapa del proceso va a dar aquí, a este pequeño estanque, que es el agua ya tratada. — Bioarquite­ctura. —Sí, porque bío, pues, viene de vida y biónica quiere decir unidad viviente; bío orgánico es lo vivo, ¿no? —¿Qué otro material usó? —Aquí cerca, como a 300 metros, hay una cantera de piedra y casi la regalan en todas las obras. Las casas de aquí a los lados, cuando hacen cimentació­n, sacan camiones de piedra y las llevan a los tiraderos y a nosotros nos la regalan; sirve para todos estos muros pequeños, que son como barandales. —Muchas formas de serpiente. —Sí, ésta es una cola; por ahí sale el agua, y la cabeza, de cobre, y va serpentean­do y termina en esa cueva.

Son 12 siluetas de serpientes de diferentes tamaños que forman un nido construido en una barranca. Tienen como escenario una espesa vegetación formada por árboles de encino, suaves alfombras de pasto, hiedras, buganvilia­s y azaleas, entre las que zigzaguea y emerge la cabeza principal: Quetzalcóa­tl. m

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