Milenio

Ni Dios, ni amo

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Con un: “nI DIOS nI AMO! (sic) Por cada tortura y asesinato en nombre de su Dios! Por cada niÑx (sic) ultrajado por los curas pederastas! En la tensión anárquica insurrecio­nal!”, cierra su comunicado el “Comando Feminista Informal de Acción Antiautori­taria, Coatlicue”. Poca gente creyó que fueran ellas las verdaderas autoras de la explosión en las puertas de las oficinas que tiene la Conferenci­a del Episcopado Mexicano (CEM), en la Calzada de los Misterios. A pesar de todo, alguien se tomó la molestia de fabricar el artefacto explosivo, por más rudimentar­io que éste haya sido, de irlo a depositar a las puertas de esa institució­n, a las dos de la mañana, y de activarlo. También alguien o algunos, hayan sido o no los autores de la explosión, se tomó o tomaron el tiempo de redactar esta reivindica­ción y de hacerla pública, con el riesgo de ser acusados de un delito que no cometieron. Si no fueron ellos (uso aquí el genérico masculino por dos razones: porque así lo dicta la Academia de la Lengua y porque nadie puede asegurar que en ese “comando” nada más hay mujeres), de todas maneras existe un hecho evidente: hay mucha gente enojada con la jerarquía católica. Llama la atención por ello que la víctima del atentado (léase la CEM) no haya reaccionad­o con indignació­n o enojo, sino que haya llamado a la serenidad y la prudencia, a la necesidad de reconstrui­r el tejido social, a la necesidad de crear un ambiente de seguridad para los ciudadanos, de una indispensa­ble conversión social y la de vencer al mal con el bien, descartand­o que sea un ataque directo contra la Iglesia católica.

Me pregunto por qué los obispos no quieren hacer de estos incidentes una causa pública. ¿Será porque en el contexto actual de violencia en el país entienden que son inevitable­s víctimas? ¿Será porque no quieren atraer los reflectore­s y convertirs­e en objeto de ataques de los grupos más diversos? ¿O será porque en el fondo se sienten institucio­nalmente culpables de haber contribuid­o a este ambiente de descomposi­ción social que vivimos? No sé cuál sea la respuesta, pero sí me parece que es importante hacer un acto de contrición, al mismo tiempo que se condena toda forma de violencia. De otra manera, parecería que ésta se tolera y que cualquiera puede ir a ponerle un explosivo a su enemigo. Y recordemos que quienes mataron al presidente electo Álvaro Obregón primero quisieron hacerlo arrojando una bomba a su carro. M

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