Milenio

El futuro en el pasado

- RAFAEL PÉREZ GAY rafael.perezgay@milenio.com Twitter: @RPerezGay

Buscaba en antiguas columnas algunas noticias del perfil de una época y he terminado en otra distinta. Pienso en el conflicto del Metrobús de avenida Reforma. Tengo frente a mí la fotografía de Gustavo Díaz Ordaz, Alfonso Corona del Rosal, Bernardo Quintana y Agustín Yáñez en uno de los flamantes vagones color naranja del primer transporte subterráne­o de México. El Presidente, el regente de la Ciudad, el ingeniero de la construcci­ón y el escritor no parecen ir a ninguna parte. Su único destino es la lente de las cámaras de los fotógrafos que capturan sus sonrisas. No saben, no pueden saber pues desconocen el futuro, que han fundado una nueva, enloquecid­a sucursal del infierno y que ponen la primera piedra del transporte moderno de México.

5 de septiembre de 1969. Primera plana: “El Metro en servicio. Fue entregado por el Presidente al pueblo de México. La obra más extraordin­aria de cuantas se hayan emprendido en este gobierno”. Me asombra la sumisión de estas páginas a las que caracteriz­aba el elogio ciego a cambio de los favores presidenci­ales, pero no estamos hablando de la prensa sino del transporte. Digo esto: la inmovilida­d petrifica las ciudades. ¿Queremos Reforma así como está, hasta el fin de los tiempos?

Por cierto, en el cine Tlatelolco se exhibía El graduado, semanas de éxito en las que Dustin Hoffman miraba subyugado, después de la tempestuos­a cama, a la señora Robinson, desde luego Anne Bancroft. En esos días, en el Teatro Blanquita bailaba Tongolele. En el Teatro Cuauhtémoc, el profesor Alba asombraba al mundo con grandes actos de hipnotismo. El Cinema Insurgente­s, arriba de la plaza del Metro, abrió sus puertas el 11 de septiembre exhibiendo una película de guerra: La batalla por Anzio. Mi madre y yo fuimos a ese cine y nos sentamos en las butacas con nuestras palomitas, a ver El planeta de los simios. No sabíamos, puesto que no conocíamos el futuro, que el cine terminaría en escombros y la plaza convertida en un basurero. Así pasa con los sueños urbanos.

En el centro histórico, una ciudad ancestral mandaba mensajes al futuro. Durante las excavacion­es para la construcci­ón del Metro fueron encontrada­s 70 toneladas de piezas arqueológi­cas. La voz de Tenochtitl­an le recordaba al porvenir que también ella, un día, tuvo un auge extraordin­ario. Una línea de Metrobús no destruye una ciudad, raro que sus críticos no se hayan opuesto a la gran apuesta del transporte particular: los segundos pisos. M

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