Milenio

Maduro, cada vez más aislado

- GONZALO RUIZ TOVAR

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, luce cada vez más solo en el paisaje internacio­nal. Si la elección de una Asamblea Constituye­nte fue rechazada por “ilegítima” por muchos países, el reencarcel­amiento de los opositores Leopoldo López y Antonio Ledezma disparó nuevos recelos.

Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, España, México, Panamá, Paraguay o Perú figuran entre los países que aumentan los decibeles en las críticas a Maduro, aunque sin llegar a sanciones directas como las anunciadas por Estados Unidos.

Bolivia, Cuba, Ecuador y Nicaragua son en América Latina los que mantienen el respaldo para el mandatario venezolano, mientras que desde fuera del área el aliento llega de países que, como China, Rusia o Irán, no suelen ser vistos en América como ejemplos de democracia.

Los cancillere­s de los países críticos se reunirán la próxima semana en Lima para estudiar el asunto.

Maduro también es criticado por la ONU, la OEA y la Unión Europea. El titular de la OEA, Luis Almagro, duro crítico del camino seguido por la revolución bolivarian­a tras la muerte de Hugo Chávez, ha pedido medidas para “defender la democracia y los derechos humanos” en el país caribeño.

Pero “el voluntaris­mo se impone sobre la razón”, dice la abogada opositora venezolana Cecilia Sosa, ex presidenta del Poder Judicial, para descartar, en entrevista, que la reacción internacio­nal haga retroceder a un Maduro obstinado.

Maduro, opinan analistas, pierde peso externo por varias razones. La primera: no es Hugo Chávez. Carece del carisma y la muñeca política de aquel y es incapaz de atar fidelidade­s con firmeza, ni siquiera en lo interno, donde cada vez más chavistas pasan al lado crítico.

La segunda: Maduro, según sus detractore­s, cada vez se aleja más de los modales democrátic­os mínimos y es incapaz de hallar soluciones para una crisis política y económica que degeneró en crisis humanitari­a. El petróleo sigue ahí, pero su peso geopolític­o está desgastado.

La tercera: los tiempos son distintos, el vecindario cambió. Si antes Argentina y Brasil hacían sentir su peso a favor en Sudamérica y Perú adoptaba calculado desinterés, ahora esos tres países hablan en contra y con voz fuerte.

Pero analistas también dudan de la oposición interna, heredera en varios casos del bipartidis­mo prechavist­a que sembró las bases de la corrupción, el clientelis­mo y la falta de desarrollo sostenible en un país lleno de recursos. M

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