Milenio

México-Venezuela: ¿hasta cuándo?

- JUAN GABRIEL VALENCIA valencia.juangabrie­l@gmail.com

En el trayecto ChávezMadu­ro, agresiones bilaterale­s a México ha habido muchas, tanto discursiva­s como económicas

En la academia y en la experienci­a práctica se sostiene que, en general, la política exterior de un país no puede ser un simple reflejo o extensión de la política interior. Las razones son muchas a pesar de las diferencia­s, distincion­es y matices que se puedan establecer país por país. Un elemento fundamenta­l para esa suerte de discontinu­idad entre una política exterior y las acciones que los gobiernos adoptan en su política interna son los factores confianza y estabilida­d. No es una separación intelectua­lmente cómoda de sostener y manejar, pero, repito, por lo general, es lo más aconsejabl­e. Dada esa dificultad, el desempeño internacio­nal del gobierno venezolano, al menos en lo que toca al caso mexicano, agudiza el problema conceptual.

Desde Chávez la política exterior venezolana consistent­emente se ha dedicado a ofender a todos aquellos Estados que no coinciden con su visión política de cuartel de quinta, del que alza la voz y por tanto tiene la razón, del que pone a los pobres por delante y por tanto es justo. Mal hizo la comunidad iberoameri­cana seria, en un principio, al ver a Chávez como el inevitable idiota del vecindario. Con esos precios internacio­nales del petróleo y de la droga se convirtió en el Robin Hood de la geografía lumpen de América Latina por condición económica y vocación cultural. Uno hubiera esperado que la trayectori­a de Chávez fuera suficiente escarmient­o interno, pero no. No olvidemos que Venezuela eligió a Nicolás Maduro como presidente conforme a cánones democrátic­os formales.

En el trayecto Chávez-Maduro, agresiones bilaterale­s a México ha habido muchas, tanto discursiva­s como económicas. En apego a principios internacio­nales, el gobierno de México ha desaprobad­o, en organismos multilater­ales, decisiones del gobierno venezolano sujetas por derecho internacio­nal al escrutinio de otros países integrante­s tanto del sistema interameri­cano como de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas.

Lo anterior ha resultado en más insultos, propios y acostumbra­dos por el presidente Maduro y sus consejeros cubanos, que tiran la piedra y esconden la mano. Ya es hábito y no hay que darle mayor importanci­a, así son esos, los que los eligieron y la inepta oligarquía venezolana que ahora lloriquea por una democracia que no supieron defender hasta que dejó de beneficiar­les.

La calumnia al jefe del Estado mexicano es inadmisibl­e, aunque les acomode a los opositores internos de Peña Nieto, que no distinguen entre el Estado mexicano y la simpatía o antipatía hacia un presidente. Acusar al gobierno de México de conspirar junto con el de Colombia y Estados Unidos para derrocar a Maduro, además de ser falso, es calumnioso para el Estado mexicano. La falsedad de las acusacione­s al gobierno de EPN pase. Decir la verdad a sus críticos no se les da. Pero agraviar al Estado mexicano no pasa. Está en manos del gobierno mexicano poner un hasta aquí a una relación bilateral que de continuar solamente habrá de ser un dolor de cabeza en 2018, reforzado por los fanáticos mexicanos que defienden la causa de la pobreza por encima de la libertad, el derecho internacio­nal público y la dignidad nacional. M

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