México-Venezuela: ¿hasta cuándo?
En el trayecto ChávezMaduro, agresiones bilaterales a México ha habido muchas, tanto discursivas como económicas
En la academia y en la experiencia práctica se sostiene que, en general, la política exterior de un país no puede ser un simple reflejo o extensión de la política interior. Las razones son muchas a pesar de las diferencias, distinciones y matices que se puedan establecer país por país. Un elemento fundamental para esa suerte de discontinuidad entre una política exterior y las acciones que los gobiernos adoptan en su política interna son los factores confianza y estabilidad. No es una separación intelectualmente cómoda de sostener y manejar, pero, repito, por lo general, es lo más aconsejable. Dada esa dificultad, el desempeño internacional del gobierno venezolano, al menos en lo que toca al caso mexicano, agudiza el problema conceptual.
Desde Chávez la política exterior venezolana consistentemente se ha dedicado a ofender a todos aquellos Estados que no coinciden con su visión política de cuartel de quinta, del que alza la voz y por tanto tiene la razón, del que pone a los pobres por delante y por tanto es justo. Mal hizo la comunidad iberoamericana seria, en un principio, al ver a Chávez como el inevitable idiota del vecindario. Con esos precios internacionales del petróleo y de la droga se convirtió en el Robin Hood de la geografía lumpen de América Latina por condición económica y vocación cultural. Uno hubiera esperado que la trayectoria de Chávez fuera suficiente escarmiento interno, pero no. No olvidemos que Venezuela eligió a Nicolás Maduro como presidente conforme a cánones democráticos formales.
En el trayecto Chávez-Maduro, agresiones bilaterales a México ha habido muchas, tanto discursivas como económicas. En apego a principios internacionales, el gobierno de México ha desaprobado, en organismos multilaterales, decisiones del gobierno venezolano sujetas por derecho internacional al escrutinio de otros países integrantes tanto del sistema interamericano como de la Organización de las Naciones Unidas.
Lo anterior ha resultado en más insultos, propios y acostumbrados por el presidente Maduro y sus consejeros cubanos, que tiran la piedra y esconden la mano. Ya es hábito y no hay que darle mayor importancia, así son esos, los que los eligieron y la inepta oligarquía venezolana que ahora lloriquea por una democracia que no supieron defender hasta que dejó de beneficiarles.
La calumnia al jefe del Estado mexicano es inadmisible, aunque les acomode a los opositores internos de Peña Nieto, que no distinguen entre el Estado mexicano y la simpatía o antipatía hacia un presidente. Acusar al gobierno de México de conspirar junto con el de Colombia y Estados Unidos para derrocar a Maduro, además de ser falso, es calumnioso para el Estado mexicano. La falsedad de las acusaciones al gobierno de EPN pase. Decir la verdad a sus críticos no se les da. Pero agraviar al Estado mexicano no pasa. Está en manos del gobierno mexicano poner un hasta aquí a una relación bilateral que de continuar solamente habrá de ser un dolor de cabeza en 2018, reforzado por los fanáticos mexicanos que defienden la causa de la pobreza por encima de la libertad, el derecho internacional público y la dignidad nacional. M