A la corrupción se le ve de reojo
Casi a diario hay un escándalo de corrupción en nuestro país; abundan las evidencias pero, por regla, no se procede al respecto. La autoridad ve el problema de “ladito”; o no lo quiere ver, que es peor. Un ejemplo contrastante tuvo lugar el año pasado: el primer ministro de Islandia anunció que abandonaría su cargo, lo que cumplió, después de que fuera implicado en el manejo poco transparente de cuentas en paraísos fiscales (Panama papers). Un país de 320 mil habitantes. Con alta escolaridad y sentir ciudadano. De éstos, 24 mil pidieron su renuncia, incluso volcándose a las calles. El gobernante se fue. Sin chistar. Asumiendo su culpa. Perdiendo el puesto que la ciudadanía le confió.
En Brasil se ha encarcelado a altos dirigentes de los gobiernos recientes. Lula, el emblemático ex presidente, recién recibió una sentencia de nueve años de cárcel por haber aceptado “propinas” de una empresa multinacional. Sin duda apelará pero, mientras tanto, está en el banquillo de los acusados señalado como culpable: deshonrosa e incómoda posición. En Perú, algunos ex presidentes son moradores de los recintos carcelarios (Fujimori, Humala) y otros han sido huéspedes de los mismos (García). Otro está en miras de la justicia: Toledo. Si se le encarcela, Perú tendrá el mayor número de ex presidentes acusados y condenados por delincuentes.
México es un fuerte competidor en el rubro en cuestión. Ha surgido una casta de gobernadores (y ex mandatarios) tan corrupta como nunca antes en su historia. Es probable que el problema sea ancestral, pero la poca información existente ocultó algo que hoy se encuentra a la vista de todos. Por el momento, siete gobernadores se encuentran en prisión (aquí y en el extranjero) y nueve más son investigados por las autoridades correspondientes. Ese nueve puede aumentarse a 10 si se considera al saliente gobernador nayarita, al que la PGR ya le abrió una carpeta de investigación. Posee demasiados caballos, explota fértiles tierras de cultivo que florecen no con inversiones, sino por la bondad, según él, del clima benigno del noroeste mexicano. Un ex fiscal a su servicio, ahora detenido, que empezó como humilde servidor del tránsito local en Tepic y llegó a fiscal con todas las atribuciones legales para hacer, estrictamente hablando, lo que se le venía en gana: despojos, secuestros amparados desde la misma autoridad.
Es posible que el gobernador nayarita sufra el mismo síndrome del delegado de Tláhuac. Le faltaron “Los Ojos” para detectar las tropelías, que bajo su nariz, hacían sus subalternos: comportándose y delinquiendo de la mano del crimen organizado. Este país está infectado de corrupción y de omisión. En este lodazal, habría que reconocer el trabajo de algunos funcionarios ejemplares (podría hacerse una lista, aunque fuera pequeña). Mientras tanto, el problema de la corrupción se aviva cada día. Ya escaló a niveles altos (gobernadores y ex). La SCT engorda la lista. Puede, sin embargo, ir todavía más arriba. Por ello, hay que mirarla de “ladito”, no sea que en una de esas, peces más gordos que los mencionados empiecen a caer. Ojalá así fuera, ya que el país necesita una higienización profunda y general: asignatura pendiente. M